A que vino el postmodernismo

Joaquina Pires-O’Brien

El postmodernismo es definido como “un estilo o concepto surgido en el siglo XX, en las artes, en la arquitectura y en el criticismo, representado por el rechazo a las nociones existentes de arte y a la modernidad en general, y centrado en una desconfianza generalizada de las grandes teorías e ideologías”1 . El postmodernismo vino en dos olas de focos diferentes. La primera, al final de la Segunda Guerra Mundial, se manifestó en la reacción contra los criterios estéticos del arte, de la arquitectura y de la literatura. La segunda, en el último cuarto del siglo XX, se manifestó en torno de una escuela de ‘pensamiento’ que proclamaba “no existen verdades, sino apenas interpretaciones”.

El postmodernismo que vino en la primera ola atacó la conceptuación estética aplicada al arte y a la arquitectura. Es difícil evaluar posibles daños a la sociedad causados por el postmodernismo que vino en la primera ola. Al final de cuentas, ¿Qué le importa a la sociedad que alguien resuelva construir su casa en estilo pastiche? ¿O que una galería de arte resuelva exhibir una cama ‘desarreglada’ y con sábanas sucias como si fuese una obra de arte?2  Al final de cuentas, gusto es gusto. Sin embargo, los daños a la sociedad, causados por el postmodernismo de la segunda ola, fueron reconocidos en su negación de los valores del Iluminismo que dieron origen a la modernidad y fueron cristalizados a partir de la segunda mitad del siglo XVIII.

La modernidad fue muy bien descrita en el ensayo de Joel Mokyr que fue publicado en portugués y en español, en 2011, en la revista electrónica PortVitoria. Sigue abajo la conclusión de Mokyr acerca de la modernidad:

Por más improbable que pudiese parecer en la época, una comunidad relativamente pequeña de intelectuales, en un pequeño rincón de la Europa del siglo XVIII, cambió el curso de la historia universal. Ellos no sólo concordaron en que el progreso era algo deseable; ellos escribieron un programa pormenorizado de cómo implementarlo, y, lo que es más admirable, lo llevaron adelante. Hoy en día gozamos de confort material, acceso a la información y entretenimiento, mejor salud, de ver prácticamente todos nuestros hijos llegar a la edad adulta (aún si optamos por tener pocos hijos), y de una razonable expectativa de que pasaremos muchos años de una jubilación económicamente segura y dotada de ocio. Esas cosas eran los lujos que Smith, Hume, Watt y Wedgwood apenas soñaban. Entre tanto, sin el Iluminismo, ellas nunca se habrían vuelto realidad.

El progreso tecnológico se volvió parte de nuestras vidas. Nosotros aprendimos a esperar que la ciencia y la tecnología continúen avanzando cada año que pasa y que descubriremos cada vez más cosas sobre el mundo físico para mejorar nuestra existencia material, sea en la medicina, en los materiales, en la energía o en la tecnología de la información. Nuestra creciente preocupación con el ambiente y la influencia que la tecnología ha tenido en nuestro frágil planeta está acrecentando matices y sofisticaciones a esa creencia. Ignorante del impacto de los hidrocarburos en la atmósfera, la edad del Iluminismo quemó carbón mineral sin ninguna preocupación. Nuestra edad está aprendiendo una lección más: que precisamos más que nunca el progreso tecnológico, pero también precisamos ser inteligentes con el mismo. Ben Franklin concordaría.

No se puede negar que la modernidad mejoró considerablemente la calidad de vida de las personas. Sin embargo, esa modernidad no vino de sopetón. Fue un producto de la maduración de la mente occidental y de los esfuerzos de los pensadores que insistieron en entender el mundo natural por sí mismo, sin llevar en cuenta la revelación religiosa. Los pensadores en el centro de ese movimiento no fueron los primeros en pensar de ese modo, sino los primeros que tuvieron coraje de desafiar el poder de la Iglesia.

La modernidad no desechó el conocimiento antiguo, por el contrario, lo preservó junto al nuevo conocimiento. La modernidad no sólo transformó Occidente, como también acabó siendo incorporada a su identidad. Dada esa constatación, es menester preguntar por qué le tiran piedras. ¿De dónde vino el postmodernismo? ¿Por qué rechaza y ataca a la modernidad?

Las raíces del postmodernismo

Las raíces del postmodernismo se extienden hasta la escuela de lingüística fundada por el lingüista suizo Ferdinand de Saussure (1857-1913) en la Universidad de Ginebra, en Suiza, al comienzo del siglo XX. La escuela saussuriana dio origen al movimiento conocido como ‘estructuralismo’, que surgió alrededor de la naturaleza estructurada del ‘signo lingüístico’ (la palabra) – formado por un ‘significante’ y un ‘significado’ – el cual forma la base de la lingüística sincrónica que Saussure priorizó sobre la lingüística diacrónica o histórica. El estructuralismo lingüístico se preocupó de identificar no sólo lo que está evidente en el texto, sino también lo que no está en las estructuras del ‘significado’. En otras palabras, el estructuralismo lingüístico se preocupó de descubrir eventuales discursos escondidos en las entrelíneas.

De la lingüística, el estructuralismo migró a la crítica literaria y la antropología, que luego se ocuparon en descubrir eventuales conspiraciones en elusivos mensajes subliminares abrigados en las entrelíneas de la teoría. Y, como quien busca, encuentra, los estructuralistas encontraron ‘planes’ y generaron una teoría de conspiración, segundo la cual ideas e ideologías son impuestas a las personas.

El criticismo literario de los estructuralistas pasó a ver la literatura no como algo basado exclusivamente en contenido, pero como un sistema relativo capaz de sufrir mutaciones por medio de la historia. Luís Althusser (1918-90) tomó prestado de la lingüística el radical ‘semio’ de la palabra ‘semiótica’ o ‘semiología’, y propuso el término ‘semio-criticismo’. Jacques Derrida (1930-2004) vio la literatura como un vehículo de diseminación de ideología; introduciendo el término ‘desconstrucción’ para designar la técnica de revelar significados escondidos en las entrelíneas. Michel Foucault (1926-1984) reinterpretó la frase ‘saber es poder’ de Francis Bacon (1561-1626) como ‘el saber es un instrumento del poder’, acusando el deseo de adquirir conocimiento técnico de ser un discurso de poder y un instrumento de exclusión.

El movimiento conocido como ‘post-estructuralismo’ es el propio estructuralismo, aunque criticado; resáltese que no todos los críticos del estructuralismo se identificaron como ‘post-estructuralistas. Los proponentes más conocidos de ese movimiento son Althusser, Júlia Kristeva (1941-), Derrida y Foucault. Los post-estructuralistas crearon una crítica literaria llamada ‘crítica post-estructuralista, ‘crítica moderna’ o ‘crítica post-moderna’, basada en la desconstrucción de las estructuras conceptuales del texto, a fin de revelar los significados ocultos en las entrelíneas del texto literario.

El postmodernismo hincó raíces en la antropología y en las ciencias sociales en general, y, de esas raíces, surgió el ‘construccionismo social’, la idea del lenguaje como un instrumento de impulso social y de revolución. Dos tipos de construccionismo social fueron identificados: el universal y el particular. Ambos ven el lenguaje y la comunicación como instrumentos de poder y de empoderamiento. El construccionismo universal se refiere al constructo general, mientras que el constructivismo particular se refiere al constructo de una realidad específica de una categoría específica de individuos. Ya sea en el construccionismo social universal, o en el particular, la realidad es confinada a aquello de lo cual se habla, o sea, la única realidad que existe es aquella que aparece en los medios, y eso fue resaltado en un artículo de revisión firmado por Naveed Yazdani, Hasan S. Murad y Rana Zamin Abbas, publicado en 2011:

Para los filósofos postmodernos los ‘estudios culturales’ o estudio de identidad son el puntal principal de la cultura y la cuestión de la identidad está impregnada en la humanidad. Los íconos de los medios son los componentes claves de la cultura postmoderna y muchos filósofos contemporáneos se sienten tan confortables escribiendo sobre Madonna como sobre política, los clásicos y la ética.

El construccionismo social está ligado a la noción de individuos desplazados, surgidos de los más diversos caminos de la vida, de la cual viene la ‘muerte del sujeto’, que ocurre cuando la identidad es desecha y la capacidad de acción es perdida. El argumento del construccionismo social es la esperanza de que cualquier cosa que esté equivocada pueda ser arreglada, una vez que los significados no son fijos.

Derrida fue identificado como uno de los principales instigadores de las protestas contra la globalización ocurridos a fines del siglo XX en Seattle, Praga, Quebec y Génova. Eso fue hecho demonizando al capitalismo y plantando en las mentes jóvenes la idea de que la globalización era una ideología que precisaba ser desconstruida.

La inculcación postmodernista

La inculcación post-modernista, en el medio académico, tiene gran recepción en el anhelo de los profesores de mantener las cosas como siempre estuvieron, principalmente las cercas imaginarias alrededor de las disciplinas académicas. Tal inculcación es un sabotaje de la educación de más de una generación de jóvenes. ¿Cómo esos individuos van a encontrar significado en sus profesiones después de graduados? ¿Cómo que van a resolver problemas que requieren discernir la verdad de la mentira, o lo racional de lo irracional?

A pesar de todas sus faltas, el postmodernismo en el medio académico estadounidense sobrevivió bastante tiempo sin ser molestado. La explicación más probable para eso es la continuación de la separación entre las ciencias y las humanidades, la cual fue el tópico de una conferencia de C. P. Snow (1905-80) en 1959, posteriormente transformada en el libro The two cultures (Las dos culturas). Es probable que muchos científicos ni siquiera hayan tomado conocimiento del desprecio y de los insultos de los post-modernistas a la ciencia.

Cuatro académicos que enfrentaron con vigor el postmodernismo y sus idiosincrasias fueron el físico y matemático estadounidense, Alan Sokal (1955-); el filósofo de la ciencia canadiense, Ian Hacking (1936-); el filósofo y clasicista, Allan Bloom (1930-92); y el psicólogo Steven Pinker (1954-), profesor de la Universidad de Harvard y autor de diversos libros acerca de la naturaleza humana.

Sokal es sin duda el crítico más creativo del postmodernismo. A fin de mostrar la frivolidad de ese movimiento, escribió un artículo falso, cargado de ininteligibilidad, verbosidad y subjetividad, el cual fue publicado en 1996, en el periódico Social Text. Sokal escribió otro artículo para anunciar el trote, el cual fue publicado un año después, en el periódico Lingua Franca. La broma de Sokal no acabó con el postmodernismo, pero por lo menos lo sacudió considerablemente. Con todo, Sokal no se detuvo allí. En 1997, él y el francés Jean Bricmont, publicaron el libro Intellectual Impostures (Imposturas intelectuales), cuya edición en inglés tuvo el título Fashionable nonsense: Postmodern intellectual’s abuse of science (1998; El absurdo que es moda: el abuso de la ciencia por los intelectuales postmodernos). En ese libro, Sokal y Bricmont mostraron los absurdos del artículo-broma de Sokal, así como diversos ejemplos de abusos en conceptos y terminologías científicas cometidos por intelectuales famosos.

La crítica de Hacking al postmodernismo consistió en examinar minuciosamente el contenido de diversos libros que tenían en el titulo la palabra ‘construcción’ con la finalidad de desmenuzar los principales factores unificadores del construccionismo social. El resultado de eso fue publicado, en 1999, en el libro The social construction of what? (¿Construcción social de qué?). En ese libro, Hacking lista una enorme relación de cosas señaladas como habiendo sido ‘socialmente construidas’, incluyendo raza, género, masculinidad, naturaleza, hechos, realidad y el pasado.

Bloom atacó la llamada Nueva Crítica (New Criticism) literaria, uno de los pilares del postmodernismo. En su libro The closing of the american mind, publicado en 1986, Bloom denunció el peligro de las influencias irracionales, como la Nueva Crítica, que difundieron en el medio académico de los Estados Unidos. Para Bloom, tales influencias comprometen las humanidades y destruyen la buena cultura universitaria de los Estados Unidos. El gran problema, señala Bloom, es que no existe reciprocidad para la ‘apertura a lo cerrado’ (openness to closeness) de Occidente.

Pinker criticó el postmodernismo y sus diversas facetas en su libro Tabla Rasa. La negación contemporánea de la naturaleza humana. La crítica de Pinker se concentra en el mal entendimiento de la naturaleza humana, causado por las diversas teorías de conspiración del postmodernismo, según las cuales ‘las observaciones son siempre contaminadas por teorías, y las teorías son saturadas de ideología y doctrinas políticas; por lo tanto, quien afirma estar en posesión de los hechos o saber la verdad está sólo intentando ejercer poder sobre todo el resto’. Pinker aborda, también, el relativismo creado específicamente para impedir la crítica de las cosas que son tenidas como ‘culturales’, lo que acaba permitiendo diversas violaciones de la integridad física de las personas como la mutilación genital femenina, el apedreamiento de mujeres y los castigos corporales de gran crueldad. He aquí como Pinker concluye su crítica:

Es irónico que una filosofía que se enorgullece de desconstruir el instrumental del poder adopte un relativismo que imposibilita contestar el poder, pues niega que existan referencias objetivas en relación a los cuales los logros de los poderosos puedan ser evaluados. Por la misma razón, el texto debería refrenar a los científicos radicales que aseveran que las aspiraciones de otros científicos a teorías con realidad objetiva (incluyendo teorías sobre la naturaleza humana) son, en la realidad, armas para preservar los intereses de la clase, sexo y raza dominantes. Sin una noción de la verdad objetiva, la vida intelectual degenera en una lucha para saber quién mejor consigue ejercer la fuerza bruta para ‘controlar el pasado’.

De los cuatro críticos del postmodernismo encima listados, sólo Pinker continúa batallando para corregir los errores y malentendidos del postmodernismo. En un artículo publicado, en 2013, en la revista electrónica The New Republic, Pinker hizo un llamado, a los autores surgidos de las humanidades, contra la mentalidad anticientífica que ha prevalecido en ese medio. Él explica que las prácticas de la ciencia, como la ‘revisión por pares’ (peer review), el debate abierto y el método doble ciego, fueron creados específicamente para esquivar los errores y pecados a los cuales los científicos, por ser humanos, son vulnerables.

El artículo de Pinker ilustra bien la ofensiva anticiencia de la mentalidad post-modernista en los Estados Unidos. En el medio del artículo de Pinker apareció un hyperlink de un video de tres minutos con el siguiente título: “VEA la réplica de Leon Wieseltier”. Este último era el propio editor literario de la The New Republic . Pero eso no fue todo. Pocas semanas después, Wieseltier publica en la The New Republic  un largo ensayo, cargado de sarcasmo y términos derogatorios, intitulado ‘Crimes against humanities: Now science wants to invade the liberal arts. Don’t let it happen’ (Crímenes contra las humanidades: Ahora la ciencia desea invadir las artes liberales. No permita que eso suceda). Por alguna razón, Pinker aceptó participar en una tercera rueda de ese ‘debate’, en una materia intitulada ‘Science vs. the Humanities, round III’ (Ciencia versus Humanidades, III round), también publicada en la The New Republic, la cual consistió de una réplica de Pinker seguida de otra de Wieseltier. Otros artículos y blogs fueron publicados; en general, atacando no sólo a Pinker y a su visión de la consiliencia (la unión entre la ciencia y las humanidades), sino también las aberraciones del darwinismo social y de la eugenia, que nada tenían que ver con el artículo inicial de Pinker. Sin embargo, Pinker fue defendido por el filósofo y científico cognitivo Daniel Dennett (1942-), en una materia publicada en la Edge Conversations, considerado el portal más interesante y estimulante de internet.

En la materia encima mencionada, Dennett da una síntesis de la situación del sector de humanidades de las universidades estadounidenses. Según él, existe una generación de académicos deficitarios que no tienen respeto por la evidencia y tampoco creen en la verdad; tales académicos se conforman con ‘conversaciones’ en las cuales nadie está equivocado, y, nada puede ser confirmado, sino sólo afirmado en cualquier estilo que sea capaz de desarrollar.

Conclusión

El postmodernismo es una embestida contra la modernidad que vino en dos olas. En la primera ola, el postmodernismo denunció a la cultura como un instrumento del poder, y, en la segunda, denunció a la ciencia. Sin embargo, el postmodernismo no representa la primera embestida contra la modernidad, la cual fue bastante combatida por los pensadores que insistían en colocar la Divina Providencia en la ecuación del conocimiento, y, después, por los pensadores que interpretaron los criterios de excelencia y objetividad de la ciencia moderna como una forma de elitismo.

El pensamiento postmoderno interpreta los criterios de excelencia y objetividad de la ciencia moderna como una forma de elitismo. Por esa razón, la mentalidad postmodernista es incapaz de ver las cosas boas que resultaron del Iluminismo. Por esa razón, la mentalidad postmodernista es incapaz de ver las cosas buenas que resultaron del Iluminismo. Persiguió los valores iluministas de la búsqueda de la verdad del mundo natural – en oposición al mundo supranatural –, lo que incluyó la creencia en el conocimiento unificado, la superioridad del conocimiento científico sobre otros tipos de conocimiento, y, el reconocimiento de un canon civilizatorio y de su importante papel en la Educación Liberal y en la enseñanza de las humanidades. Como si no bastase, preconizó, a impresionables mentes jóvenes, la idea extravagante de que la ciencia moderna y el canon literario son constructos sociales, manifestaciones de la arrogancia y del imperialismo de Occidente. Causó la guerra de las culturas de las décadas de 1980 y 1990, y continúa dificultando la enseñanza de las humanidades, cuyos alumnos son inculcados a aceptar el relativismo y otras ideas obscurantistas, y a rechazar la consiliencia del conocimiento.

Aunque la inculcación postmodernista haya sido registrada con firmeza sólo en el medio académico de los Estados Unidos, eso no significa que no haya ocurrido en otros países. Los individuos mejor preparados de cualquier país o sociedad deben tener cuidado con las visiones radicales de punta cuyas implicaciones éticas aun no fueron completamente aclaradas. Es ese el caso del postmodernismo, ideología que gira alrededor de la idea irracional de que los valores de la modernidad, característicos de la civilización occidental, hacen parte de una gran conspiración de Occidente para mantener el poder y la hegemonía. El postmodernismo es una doctrina absurda, irracional y engañosa. Es el caballo de Troya de la civilización.

Referencias

BLOOM, A. The closing of the american mind. Simon & Schuster Paperbacks, New York. 1987. ISBN: 978-0-761-65715-4.

BLOOM, H. The western canon: the books and school of the ages. Simon & Schuster Paperbacks, New York. 1994. ISBN:.

DENNETT, D. Let’s Start With A Respect For Truth. Edge, Conversations, 9.10.2013 (www.edge.org/conversations).

Hacking, I. The social costruction of what? Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1999. ISBN 0-674-00412-4.

Mokyr, J. (2011). Iluminados e enriquecidos: Devemos nossa prosperidade moderna às ideias do Iluminismo. PortVitoria, UK, v. 3, Jul-Dec, 2011. (https://www.portvitoria.com/archive.html).

Pinker, S. (2002). The Blank Slate. The modern denial of human nature. Part VI. Penguin Books 2003. ISBN-13 978-0-140-27605-3.

PINKER, S. (2013). Science is not your enemy. An impassionated plea to neglected novellists, embattled professors and tenure-less historians. The New Republic, Special Edition, August 6 2013.

SNOW, C. P. (1959)The two cultures. With introduction by Stefan Collini. Cambridge University Press, 1998, twelfth printing, 2009.

Sokal, A. Beyond the hoax. Science Philosophy and Culture. Oxford University Press, 2008.

YAZDANI, NAVEED, MURAD, HASAN S. & ABBAS, RANA ZAMIN (2011). From modernity to post-modernity: a historical discourse on western civilization. International Journal of Business and Social Science, v. 2 (11), Special Issue. June 2011.

 

Notas

  1. Traducción de la definición más común en inglés, obtenida por medio del Google: “a late 20th-century style and concept in the arts, architecture, and criticism, which represents a departure from modernism and is characterized by the self-conscious use of earlier styles and conventions, a mixing of different artistic styles and media, and a general distrust of theories.”<https://www.google.co.uk/?gws_rd=cr#q=postmodernism+definition>.
  2. En 1998, la artista plástica británica Tracey Emin (1963-) exhibió su propia cama ‘desarreglada’ como una ‘obra’ de arte intitulada ‘My bed’, la cual fue exhibida, en 1999, en la galería Tate Modern, cuando fue indicada para el Turner Prize. En 2000, Charles Staachi, propietario de una galería de arte compró la ‘My bed’ por £150.000 libras. La segunda vez que la ‘My bed’ fue colocada en el mercado de arte fue en julio de 2015, cuando fue comprada por un coleccionador alemán llamado Christian Duerckheim, el cual prestó la obra de arte a la galería Tate por diez años. Emin había expresado su deseo de que su ‘obra’ quedase para siempre en la galería Tate Modern, pero ésta no disponía de recursos suficientes. En el remate de Christie, la obra ‘My bed’ fue vendida por £2,54 millones, más del doble de lo estimado. En una entrevista, Duerckheim explicó que compró ‘My bed’ por el hecho de ser “una metáfora para la vida, donde los problemas comienzan y la lógica muere”. Consultado en la Wikipedia y en el portal del The Guardian: <https://www.theguardian.con/uk-news/2015/mar/30/tracey-emins-messy-bed-displayed-tate-britain-first-time-in-15-years>.
  3. La revista The New Republic fue fundada en 1914, por líderes del ‘Movimiento Progresista’ (de izquierda), como una revista de opinión que busca atender el desafío de la nueva época. En la década de 1980, The New Republic incorporó algunos elementos del conservadorismo. La revista fue puesta a la venta en 2012 y adquirida por Chris Hughes, cofundador del Facebook. El 4 de diciembre de 2014, fue anunciado que Gabriel Snyder, surgido de la Gawker y de la Bloomberg, sería su nuevo editor, en sustitución de Franklin Foer. Además de eso, el nuevo director ejecutivo, Guy Vidra, surgido de Yahoo, anunció su intención de reducir el número de ediciones anuales de 20 a 10, lo que provocó una ola de pedidos de demisión, la cual incluyó la del editor literario Leon Wieseltier. El resultado de ello fue la suspensión de la edición de diciembre de 2014. The New Republic era inicialmente semanal, pasando a 20 ediciones al año. Durante un corto espacio de tiempo, publicó 10 ediciones al año, con una circulación de 50.000 ejemplares. El 11 de enero de 2016, Chris Hughes colocó The New Republic en venta, la cual fue comprada el 26 de febrero por Win McComack. Este asumió el puesto de editor jefe y nombró a Eric N. Bates, ex-editor ejecutivo de la Rolling Stone, editor. The New Republic tiene un registro impresionante de colaboradores notables. Entre tanto, tiene también diversas asociaciones cuestionables, como Michael Whitney Staight, que fue editor de 1948 a 1956, quien, como fue descubierto, era un espía de la KGB. Fuente: <//en.wikipedia.org/wiki/The_New_Republic>.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

Nota adicional

Este artículo es de El hombre razonable de Joaquina Pires-O’Brien, publicado por primera vez en noviembre de 2016, en la edición Kindle, na Amazon.