La filotiranía, o la atracción de una parte de la intelligentsia por el totalitarismo

Fernando R. Genovés
Reseña del libro Pensadores Temerarios. Los Intelectuales en la Política de Mark Lilla. Traducción de Nora Catelli. Prólogo de Enrique Krauze.

Podría hablarse sin exageración de la pujanza en la historia de las ideas, la metafilosofía y la sociología del conocimiento de una especie de género —o subgénero— temático ocupado en el controvertido asunto del «compromiso de los intelectuales»: o por qué los escritores, pensadores y artistas han tenido desde antiguo la funesta manía de pretender cambiar el mundo en lugar de limitarse a comprenderlo, de aspirar a influir poderosa y visiblemente en la siempre voluble opinión pública, de dictaminar sobre aquello que ni sienten verdadera vocación ni demuestran suficiente capacidad; de meterse, en fin, allí donde nadie les ha llamado: la política.
Sea por exceso o por defecto, la irrupción de los maestros, los oradores y los bardos en la res publica parece no haber encontrado nunca su ejercicio idóneo, y el balance de su reflexión, acción u omisión invita más a la decepción, cuando no al espanto, que a la satisfacción y a la complacencia.
Julien Benda escribía a finales de los años veinte del siglo XX de la «trahison des clercs», cuando aún no podía prever plenamente el movimiento en Europa de una sección considerable de la intelligentsia a favor de posiciones totalitarias, sea el comunismo, el fascismo y el nazismo, sean las variadas modalidades del nacionalismo. El fenómeno de la influencia de los intelectuales en la sociedad fue ganando en importancia a medida que ésta iba amalgamándose, como consecuencia de su continua transformación en sociedad de masas, y creciendo en vulnerabilidad perceptiva, como efecto de su conversión en sociedad de la comunicación y de la información (a menudo, mal denominada «del conocimiento», como si fuesen conceptos sinónimos).
Más al tanto de la situación y con mayor noticia de cómo avanzaba la función, Robert Nozick, a mediados de los años ochenta, caracteriza la casta de los intelectuales en términos de «anomalía», por cuanto constituye una congregación que exhibe, desde una sospechosa fraternidad corporativa, una desinhibida y unánime oposición al capitalismo, rayana en la obsesión paranoica. Para tratarse de un colectivo privilegiado llamado a aportar luz y saber al resto de los mortales, no son pocos los misterios, artificios y estafas que tienden a progresar en su seno, hasta que tarde o temprano salen finalmente a la superficie. A finales de los años noventa, Alan Sokal y Jean Bricmont publican un ensayo ejemplar, Imposturas intelectuales, que pone al descubierto la pícara astucia de la antirazón postmoderna, pero también la blanca palidez de muchas encendidas figuras públicas. Hoy tenemos que hablar de otra clase de miserias intelectuales. O acaso de las mismas.
En el libro Pensadores temerarios, el profesor de Pensamiento Social de la Universidad de Chicago, Mark Lilla, ofrece un sugerente trabajo que, en la línea ya señalada del desvelamiento de la auténtica médula de los intelectuales, significa una decidida indagación sobre la tentación política que impulsa a tantos pensadores a abrazar esa perversión moral y mental que denomina «filotiranía», esto es: la fascinación por los despotismos y los totalitarismos políticos, así como la seducción por los personajes que los acaudillan y guían. Por esta galería de retratos pasan seis estampas representativas, las cuales tras su correspondiente semblanza se tornan casos a tomar en serio: Martin Heidegger, Carl Schmitt, Walter Benjamin, Alexandre Kojève, Michel Foucault y Jacques Derrida. Seis personajes prominentes en sus áreas de saber que han creado, cuando no escuela, sí una destacable corriente de simpatizantes. También ellos tuvieron sus ídolos y fetiches, casi sin excepción alentadores de extremismos de izquierda o de derecha, paladines de la tiranía y la dominación. Bajo su sombra afilaban los lápices, y no es raro verlos oscilar caprichosamente de un lado al otro del arco ideológico, deambulando desde los espectros de Marx a las iluminaciones de cualquier otro faro visionario o quimérico.
Repárese bien en la selección de autores: todos europeos, situados alrededor del «eje franco-alemán», o, en palabras del autor, «ejemplos de las dos orillas del Rin». Cada uno con sus particulares demonios interiores y obsesiones personales, sus biografías y bibliografías, sus vacilaciones, conversiones y fluctuaciones. Pero todos participando de una misma ofuscación esclarecedora de la naturaleza de la filotiranía que los cegó, a saber, un antiliberalismo contumaz forjado en un contexto propenso al desafuero: «La tradición filosófica europea hace difícil pensar en la tolerancia, por ejemplo, salvo en los términos antiliberales de la teoría del espíritu nacional del romanticismo de Herder o el rígido modelo francés de ciudadanía republicana uniforme o, actualmente, el idiosincrásico mesianismo de la deconstrucción de Jacques Derrida».
¿Qué profunda fuerza mental excita la atracción intelectual hacia la tiranía? En el epílogo del ensayo, Lilla traza un inteligente esbozo de respuesta a este interrogante, definido como «la seducción de Siracusa», en referencia a los tres desplazamientos de Platón a la isla regida por el tirano Dionisio a fin de hacer que entrara en razón y adoptase la perspectiva justa marcada por el filósofo ateniense. He aquí el sueño de Platón y de Dión. Es sabido que ambos fracasaron, pero no menos que los filotiránicos europeos del siglo XX. A unos más que a otros, a todos les perdió la falta de autoconocimiento, la vanidad, el ansia por realizar la Idea, la pulsión interior de proyectar hacia fuera sus propias miserias, su arrogancia, su irresponsabilidad.
A menudo, el célebre compromiso intelectual, la filantropía y la utopía conducen a estas cosas. Aunque, también existen otros ejemplos de actuación contenida y responsable en política que con demasiada ligereza, cuando no confabulación académica y mediática, son simplemente ignorados u omitidos, y que Enrique Krauze hace bien consignándolos en la introducción del libro. Se trata de la menos ruidosa, pero mucho más fructuosa, trayectoria fijada por creadores de «diseños e ideas» como son Bertrand Russell, Ortega y Gasset, George Orwell, Isaiah Berlin, Karl Popper u Octavio Paz.
___________________________________________________________________________
Fernando Rodríguez Genovés es escritor, ensayista, crítico literario y analista cinematográfico. Profesor funcionario de carrera, en excedencia voluntaria, en la asignatura de Filosofía. Autor de nueve libros y mantenedor de varios blogs, el Dr. Genovés es fundador y colaborador habitual de El Catoblepas, revista crítica del presente, de periodicidad mensual, publicada desde 2002.

Nota:
El presente texto corresponde a la reseña del libro Pensadores temerarios. Los intelectuales en la política de Mark Lilla. Traducción de Nora Catelli. Prólogo de Enrique Krauze. Debate, Barcelona, 2004, 190 páginas. Fue publicada inicialmente, con el título «La seducción de Siracusa», en Blanco y Negro Cultural, suplemento cultural del diario madrileño ABC, nº 671 (4 de diciembre de 2004). Para la presente edición el propio autor ha introducido algunos pequeños cambios ortográficos y de estilo.

Citación:
LILLA, M. Los intelectuales en la política. Traducción de Nora Catelli. Prólogo de Enrique Krauze. Reseña de: RODRÍGUEZ GENOVÉS, F. (2012). La filotiranía: cuando la intelligentsia se queda a favor de posiciones totalitarias. PortVitoria, UK, v. 7, Jul-Dec, 2013. ISSN 2044-8236, https://portvitoria.com/archive.html

Hogueras de San Juan
Alonso de Molina

Celebramos con fuego la holgura de los días,
como un viajero viejo
que regresa al calor y a la noche que canta.

Las estrellas desnudas magnifican el cielo
ofreciendo promesas de doradas auroras.

No enmudecen las nubes los excitados sueños
de una hoguera que sangra, y en su rota oración
se abren las puertas del infierno y la gloria.

(Hurgando en sus cenizas
retornará la sangre
de la fruta preñada
al dolor de la piedra).

Levanta con arrojo el fulgor de la llama
y bendice con música al exacto gentío
que en las calles reclaman el calor de la lumbre,
la caricia en los labios, la justicia y la paz.

La hoguera hace rato se apagó.
Pero la brasa en mí
sigue prendiendo,
y también en ti.

 

Alado Amor
Ana Arias Saavedra

Queriendo olvidarlo yo recuerdo,
el regreso al punto de partida
dejando en tu pecho prendida,
la llama ardiente de mis besos.

Alada cual triste golondrina,
volaré dejándote mi estela,
llevándome nimbo de tu estrella,
barreras que el sino en mi destila.

Fundida en la amarga lejanía,
añorándote ensimismada,
lágrimas serán inveteradas,
reviviendo amor en ambrosía.

Ya nunca serás amor olvidado,
allí donde mi ser exista,
en trance rogaré que Dios asista,
a traerme tus brazos amados.

Amor insondable amado mío,

forjaste sin pretenderlo un día,
ahora por siempre alma de la mía,
por siempre hálito querido..

El eco me traerá consigo,
alegro de tu voz aterciopelada,
buscándote ansiosa mi mirada,
sola me hallaré ante el vacío.

 

Si Comprendieras
Lilian Viacava

Si comprendieras que el arco iris necesita los colores
y el jardín las rosas tulipanes y arreboles
el árbol sus frutos y sus ramas
como el lago sus peces y sus ranas…
Si comprendieras que la alegría precisa la tristeza
para resplandecer cuando la lágrima seca…
Si comprendieras que todo es importante
Y que la generosidad te hace más sincero.

Sin la diversidad no existe la belleza
y la belleza está en cada rincón que nos rodea.
Si comprendieras que compartir y alegrarte la Vida
de ti depende la felicidad que no termina.
La vida es bella de ti depende como miras…

Si comprendieras que derramar dulzura
y no la hiel es la ventura
todo sería mas grato a tus labios
y al corazón que solo alberga
lo bello de la vida
porque Dios nos dio la Libertad
de elegir las semillas…

 

Autorretratos
Manuel Moya (1960-)

Este soy,
quien ahora se empena en habitarme,
quien inutilmente me abraza desde el sueño
por calles que dan a mi propia geología,
donde todo finge y todo arde,
tan convicto de mi como yo mismo.
Y es esa mano que me sigue
como un muerto a todas partes,
que a mi lado lucha, que a mi través camina
sin plazos ni objeciones,
sin sumas, sin sombra y sin respuestas,
arrebatada de otro cuerpo, de otra herida,
de otra forma.

Este soy, tan cerca de ese otro
que transcribo con heridas,
que palpo alia en Io oscuro,
como una carne tan dentro y dentro de la mía.
Idéntica piel la que nos goza,
idéntica piel la que nos sufre
nos narra y nos derriba,
tan quietos, tan fundidos,
que basta una sola voz para alejarnos.

Este soy, testigo inseparable
de ese otro que coincide conmigo en la vigília,
que me obliga a dudar de eso que afirmo,
ungidos ambos por sombras similares.
El uno vela cuando el otro acecha y desconfía,
mientras el uno me huye el otro me persigue,
y ya no sé de cierto
si perseguidor o perseguido soy
y no sé quién arroja un pie sobre otro pie,
un labio sobre el otro y ambos sobre quién.

 

Consideraciones
José Gutiérrez Román (1977-)

Contra nosotros mismos los agravios
que cometimos.
La arrogancia que vistió nuestros actos
nos es devuelta en desamor, angustia, tormento.
Nada que nos diga que alguna vez
tuvimos los mapas del tesoro.

Quien nos enseñó a vivir
también nos presentó a la muerte.
Quien nos rescató del olvido
hizo de nosotros un fantasma a su antojo.
Nada tenemos que reprocharnos.

No fuimos ni mejores ni peores:
acaso desleales e ingratos
con quien nos dio su amor,
tal vez generosos con quien jamás nos quiso.

Joaquina Pires-O’Brien

Revisión del libro La nueva Edad Digital por Eric Schmidt y Jared Cohen. London: John Murray, 2013, 315pp. £25

El objetivo de La Nueva Edad Digital de Eric Schmidt y Jared Cohen es proporcionar una perspectiva equilibrada sobre las amenazas y las oportunidades del sector de telecomunicaciones teniendo en cuenta cómo se desarrolla y la posibilidad de que afecte a nuestras vidas. Schmidt es el Presidente Ejecutivo de Google y Cohen es el Director de Ideas de Google. En el otoño de 2009, en Bagdad, fue cuando se concibió este libro. Schmidt, entonces el CEO de Google, había ido a discutir con los iraquíes cómo se podía utilizar la tecnología para ayudar en la reconstrucción de su país, y Cohen, entonces funcionario del Departamento de Estado de lis Estados Unidos, fue asignado para acompañarlo.

Fue beneficioso que Schmidt y Cohen llevaran a cabo su proyecto porque La Nueva Edad Digital es un útil compendio del desarrollo de la tecnología de comunicación explicado a través de sus aplicaciones en la sociedad. La lista de los temas es extensa: la información biométrica, computación con cloud, ciber-ataques, capacidad -ciber, impresión 3-D, negación del servicio distribuido (DDoS), drones, activismo de libre-información, tecnología de haptic, imágenes hológrafas, contestación a la voz interactiva, los robots como la aspiradora iRoomba Roomba, píldoras inteligentes, internet, Academia Khan, teléfonos celulares, identidad online, presencia online, redes sociales, Skype, suministro-cadena de datos, voz-encima del protocolo de Internet (VoIP), wikis, Wikipedia, Wikileaks, etc. Los autores describen los usos de la tecnología para ambos, gente buena y gente mala, son en general optimistas. Uno de los puntos que destacan es que la globalización no será solamente de productos sino también de ideas, ‘para las mejores ideas y soluciones habrá una oportunidad de llegar a la cima y ser vistas, consideradas, exploradas, fundadas, adoptadas y celebradas.’

En mayo de 2013 justo cuando, La Nueva Edad Digital llegó a las librerías del Reino Unido, Google estaba recibiendo mala prensa en el Reino Unido por su agresiva evasión de impuestos, y en junio Google, junto con otros operadores informáticos, fue acusado de colaborar con el sistema de monitoreo electrónico llevado a cabo por la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos. A pesar de las sugerencias que indican lo contrario, el momento de la presentación del libro de Schmidt y Cohen (concebido en 2009) coincidiendo con los días de mala prensa contra Google fue una mera coincidencia. El lanzamiento del libro, que implica como de costumbre apariciones en televisión, radio, conferencias y entrevistas con la prensa, concedió indudablemente a Schmitdt la oportunidad de mencionar la publicidad adversa dirigida a Google pero este no es el enfoque del libro en sí mismo.

La influencia de Google en este libro probablemente está en la elección de los temas omitidos, principalmente la pornografía. En cuanto a los temas que se tratan, los autores hicieron un trabajo excelente en presentarlos en el contexto de cómo la tecnología afecta cada aspecto de la vida de las personas así como a la sociedad misma. La idea principal de La Nueva Edad Digital es que los peligros del futuro son proporcionales a las posibilidades de intercambio de información de nuevas tecnologías, y afectarán a personas, negocios, organizaciones y al propio estado. De esta idea viene otra que es la necesidad de personas y organizaciones de permanecer alerta a los ataques eventuales a las identidades y la información.

El primer capítulo trata del futuro de los individuos y sus identidades sin importar done se encuentren en el planeta, mientras que el segundo capítulo trata del futuro de identidades, ciudadanía y reportajes. Un interesante ajuste de terminología es la palabra wikis, que quiere decir tiempo real de edición colectiva. Así aprendemos que hay diferentes tipos de wikis: sobre los hábitos de consumo de las personas, sobre lo que hace la gente, y así sucesivamente. Del wikis Wikipedia, una plataforma de información para las masas que mantiene un espacio para la sabiduría colectiva (cubierta en el capítulo 6), y Wikileaks, una organización activista que promueve libre-información que cubre varias páginas del capítulo 2 y otros capítulos. Schmidt y Cohen intentan proporcionar una apreciación equilibrada de Wikileaks declarando sus buenas intenciones así como las posibles trampas.

Schmidt y Cohen son generalmente optimistas con respecto a la potencia de la tecnología de comunicaciones. Comienzan resumiendo las cosas positivas que proceden del sector de telecomunicación como mejorar la salud, educación, negocios y la calidad de vida en general. Señalan cómo los nuevos sistemas integrados harán las cosas más eficaces tanto en el trabajo como en nuestras vidas personales, liberando nuestro tiempo para otras cosas. Cómo el reconocimiento de la voz permitirá muy pronto las transcripciones instantáneas de emails, notas, discursos y papeles escolares, y cómo el reconocimiento de gesticulaciones está a punto de moverse del sector de juegos a áreas más funcionales. Quizás una de las mejores perspectivas de la sociedad digital es su potencia de equiparar la distribución de oportunidades no sólo a personas más competentes sino también a mejores ideas. Pero la conectividad también tiene un lado negativo. El mal uso del banco creciente de datos sobre los hábitos de individuos es una amenaza para la identidad de las personas y para su reputación. Pueden usar datos para facilitar represión por parte de gobiernos así como para promover inquietudes sociales por parte de caudillos buscadores de poder. Incluso las grandes organizaciones que guardan datos son vulnerables a los ciber-ataques. Y la tecnología está en el centro de las estrategias para proteger los datos y perseguir a los intrusos.

El futuro de los estados, en el sentido de cómo ellos se comportarán con respecto a la continuación del Internet libre es el tema del tercer capítulo, mientras el cuarto capítulo proporciona una visión del futuro de revoluciones políticas. La expresión balcanización del internet, una referencia a la fragmentación de la antigua Yugoslavia que se extendió a través de toda la península de las Montañas Balcánicas del Sudeste de Europa, se usa para designar su posible fragmentación en el interés nacional. A pesar del apoyo actual de la continuación del internet libre, el mundo está dividido en el tema y varios países ya filtran el internet para ajustarlo a sus leyes. Otro tema que se trata en este capítulo es el multilateralismo virtual, donde las futuras alianzas futuras serán independientes de la geografía, y las alianzas multilaterales serán formadas por países y corporaciones. Este tipo de multilateralismo controlará toda la ayuda extranjera y apoyará su desarrollo. La mayor conectividad que tenemos ahora facilitará el lanzamiento de revoluciones políticas y continuará haciéndolo. Sin embargo, terminar la revolución y reconstruir el país es otra cosa. El ejemplo clásico mencionado es la Primavera árabe, donde la tecnología congregó masas e inició revoluciones en varios países pero sin conducir a soluciones. Por eso, los autores mencionan, que las acciones son necesarias en el mundo real.

El tema del quinto capítulo es el terrorismo, el contra-terrorismo y la carrera tecnológica entre ellos. Aunque la tecnología ha promovido el terrorismo tanto en el mundo real como en el virtual, la tecnología también ha ayudado a luchar contra el terrorismo en ambos frentes, como ya ha hecho a través del bloqueo de teléfonos celulares específicos para evitar que sean DEI (dispositivos de explosión improvisados) Otro ejemplo del uso de la tecnología en el mundo virtual es el uso de metadata para rastrear a los terroristas, ciber-terroristas y delincuentes. Marketing está en el centro de la carrera tecnológica entre la gente buena y la mala. Las organizaciones terroristas han aprendido a usar técnicas de marketing para cultivar una buena imagen con el objetivo de reclutar nuevos miembros. Esto es exactamente lo que hizo Anwar al-Awlaki, un clérigo extremista americano de nacimiento que se afilió al Yemen Al Qaeda, cuyos videos en YouTube sirvieron como inspiración a una generación de futuros terroristas. Pero al-Awlaki fue derrotado finalmente a través de la tecnología: fue aniquilado por un ataque de drone en 2011.

En los últimos dos capítulos que tratan del futuro de conflictos mundiales y de la reconstrucción después del conflicto, los autores muestran que las guerras de marketing ya son un fenómeno recurrente. Indican la reiteración de conflictos, como el ataque al recinto cerrado de BP en Túnez por fundamentalistas islámicos, reaccionando contra el video la Inocencia de Musulmanes diseminados en 2012. La solución sugerida para evitar las guerras de marketing y los conflictos que resultan de ellas, es crear un sistema de comprobación de datos capaz de separar los hechos de la estrategia de mercado. Finalmente, el séptimo capítulo muestra cómo la tecnología de telecomunicación puede ayudar en el trabajo de reconstrucción de los países destruidos por conflictos o por desastres de la naturaleza.

Mostrando que la tecnología sirve indiscriminadamente a las fuerzas del bien y del mal y omitiendo la pornografía y los temas contenciosos asociados que parecen preocupar a las personas en general los autores dejan un mensaje implícito que la responsabilidad sobre el mundo virtual recae sobre todos nosotros como individuos. La fortaleza más grande de este libro es su descripción del terrorismo, el ciber-terrorismo y la amenaza que supone a las sociedades y a los negocios. Pero las sociedades y las organizaciones no son los únicos que necesitan una estrategia de defensa contra las amenazas directas e indirectas del ciberespacio. Como individuos, todos nosotros necesitamos defender lo que tenemos o a lo que aspiramos. Schmidt y Cohen en La Nueva Edad Digital ofrecen una apreciación comprensible de las muchas tecnologías que operan en el ciberespacio así como una vista equilibrada de sus muchos actores, y por esas razones es un libro útil para cualquiera que valore su libertad y su reputación y tenga deseos de salvaguardarlos.
_______________________________________
Joaquina Pires-O’Brien es editora de PortVitoria.

Traducción de inglés a español: Érica A M Gwyther
Revisión: Mónica Racero

Joaquina Pires-O’Brien

Resenha do livro The new Digital Age de Eric Schmidt e Jared Cohen. 2013. Londres: John Murray, 2013, 315pp. £25. ISBN 978-I-84854-620-2.

Dar uma visão equilibrada das ameaças e oportunidades do setor de telecomunicações incluindo como este deve se desenvolver e afetar nossas vidas é o objetivo do livro The New Digital Age (A Nova Idade Digital) de Eric Schmidt e Jared Cohen. Schmidt é o Diretor Executivo da Google e Cohen é Diretor da Google Ideias. Outono de 2009, em Bagdá, foi quando este livro foi concebido. Schmidt, então o CEO da Google, tinha ido lá para discutir com os iraquianos como a tecnologia poderia ser usada para ajudar na reconstrução de seu país, e Cohen, então um funcionário do Departamento de Estado norte-americano, havia sido indicado para acompanhá-lo.

Ainda bem que Schmidt e Cohen levaram o seu projeto adiante, pois The New Digital Age é um compêndio útil da tecnologia de comunicação, explicada através de suas aplicações na sociedade. A relação dos temas cobertos é extensa: informações biométricas, computação nas nuvens, ciberataques, cibercapacidade, impressora 3-D, negação distribuída de serviços (DDoS), drones, ativismo da livre-informação, tecnologia háptica, imagens holográficas, resposta de voz interativa, robôs tais como o aspirador de pó iRobot’s Roomba, pílulas inteligentes, internet, Academia Khan, telefonia celular, identidade online, presença online, emprego de redes sociais, Skype, dados de cadeias de suprimento, protocolo de voz sobre IP ou VoIP, wikis, Wikipedia, Wikileaks, etc. Ao descrever os usos da tecnologia tanto pelos sujeitos bons quanto pelos sujeitos maus, os autores são geralmente otimistas. Um dos pontos que sublinham é que a globalização não será feita apenas de produtos mas também de ideias, ‘pois as melhores ideias e soluções vão ter a chance de ascender até o topo e serem vistas, consideradas, exploradas, fundadas, adotadas e celebradas’.

Em maio de 2013, quando o livro The new Digital Age chegou às livrarias do Reino Unido, a organização Google virou um alvo de publicidade negativa no Reino Unido pela ‘evitação’ agressiva de impostos, e em junho a Google, juntamente com outros importantes players do setor de TI, foi acusado de colaborar com o sistema de monitoramento eletrônico conduzido pela Agência de Segurança Nacional dos Estados Unidos. A despeito de sugestões contrárias, a sobreposição do lançamento do livro de Schmidt e Cohen (concebido em 2009) e a onda de má publicidade da Google foi meramente uma coincidência. O lançamento do livro, que envolveu o costumeiro cronograma de entrevistas na televisão, no rádio, em conferências e à imprensa, indubitavelmente deu a Schmid a oportunidade de responder a algumas das acusações da má publicidade dirigida à Google mas essas não são enfocadas neste livro.

A influência da Google neste livro mais provavelmente está na escolha dos tópicos deixados de fora, notavelmente a pornografia. Quanto aos tópicos abordados, os autores fizeram um excelente trabalho em apresentá-los no contexto de como a tecnologia afeta cada aspecto da vida das pessoas e a própria sociedade. A ideia principal do livro The New Digital Age é de que os perigos do futuro são proporcionais às possibilidades de troca de informações, e eles afetarão pessoas, negócios, organizações e o próprio Estado. Dessa ideia surge outra que é a necessidade das pessoas e das organizações de se manterem alertas a eventuais ataques a informações e identidades.

O primeiro capítulo trata do futuro dos indivíduos e de suas identidades onde quer que estejam no nosso planeta, enquanto que o segundo capítulo trata do futuro da identidade, da cidadania e da reportagem. Uma interessante amostra de terminologia é a palavra ‘wikis’, que significa ‘editação coletiva em tempo real’. Assim sendo, ficamos sabendo que existem diferentes tipos de wikis: sobre os hábitos de consumo das pessoas, sobre o que as pessoas fazem, e assim por diante. Cobre tanto o wikis da Wikipedia, uma plataforma de informação buscada no público que fornece um espaço para a sabedoria coletiva (coberta no capítulo 6), quanto o wikis da Wikileaks, uma organização ativista que promove a livre-informação, e que ocupa diversas páginas do capítulo 2 e outros capítulos. Schmidt e Cohen tentam apresentar uma apreciação equilibrada do Wikileaks afirmando as suas boas intenções bem como as suas potenciais armadilhas.

Schmidt e Cohen são geralmente optimistas em relação ao potencial da tecnologia da comunicação. Eles começam sumarizando as coisas positivas que vieram do setor das telecomunicações tais quais as melhorias na saúde das pessoas, na educação, nos negócios e na qualidade de vida em geral. Eles mostram como os novos sistemas integrados irão aumentar a eficácia tanto no trabalho quanto nas nossas vidas pessoais, liberando o nosso tempo para outras coisas. Como o reconhecimento da voz brevemente irá permitir a transcrição instantânea de e-mails, notas, pronunciamentos e redações escolares, e como o reconhecimento de gestos já está pronto para saltar do setor de jogos para áreas mais funcionais. Talvez um dos melhores prospectos da sociedade digital seja o seu potencial de equalizar a distribuição de oportunidades não só para as pessoas mais competentes, mas também para as melhores ideias. Mas a conectividade também tem um lado negativo. O mal uso da crescente base de dados sobre os hábitos dos indivíduos é uma ameaça à identidade e à reputação das pessoas. A informação pode ser abusada para facilitar a repressão por parte dos governos e para promover a inquietação social por parte de caudilhos (warlords) sequiosos de poder. Até as grandes organizações que guardam dados são vulneráveis aos ciberataques. E a própria tecnologia está no centro das estratégias de como proteger dados e perseguir intrusos.

O futuro das nações-Estados, no sentido de como elas se comportarão em relação à continuação da livre Internet, é o tópico do terceiro capítulo, enquanto que o quarto capítulo oferece uma visão do futuro das revoluções políticas. A expressão balcanização da Internet, uma referência à fragmentação da antiga Iugoslávia, que se estendia por toda a península da cordilheira dos Balcãs no Sudeste da Europa, é usada para designar uma possível fragmentação da Internet gerando diversas internets nacionais. A despeito do atual apoio à continuação da livre Internet, o mundo está dividido nessa questão e diversos países já filtram a Internet para ajustá-la às suas leis. Outro tópico levantado neste capítulo é o multilateralismo virtual, onde as futuras alianças políticas serão independentes da geografia, e alianças multilaterais serão formadas pelos países e corporações. Este tipo de multilateralismo irá controlar todos os auxílios externas e os apoios ao desenvolvimento. A maior conectividade que nós temos já facilita o deslanche de revoluções políticas e continuará fazendo isto. Entretanto, terminar a revolução e reconstruir o país são outros quinhentos. O exemplo clássico mencionado é a Primavera Árabe, onde a tecnologia gerou as massas e ajudou a deslanchar revoluções em diversos países, mas não levou a soluções. Para tal, os autores indicam, é necessário ações no mundo real.

Os tópicos do quinto capítulo são o terrorismo, o contraterrorismo e a corrida tecnológica entre eles. Embora a tecnologia tenha alavancado o terrorismo tanto no mundo real quanto no virtual, ela também tem ajudado a combater o terrorismo nessas duas frentes, como já é feito através do bloqueio de telefones celulares específicos a fim de impedi-los que funcionem como detonadores de DEIs (dispositivos explosivos improvisados). Outro exemplo da aplicação da tecnologia no mundo virtual é o emprego de metadados para rastrear terroristas, ciberterroristas e criminosos. O marketing está no centro da corrida tecnológica entre os sujeitos bons e os sujeitos maus. As organizações terroristas têm aprendido a empregar técnicas de marketing para cultivar a boa imagem e recrutar novos membros. Isso foi exatamente o que fez Anwar al-Awlaki, um clérigo extremista nascido nos Estados Unidos e afiliado ao Al Qaeda do Iêmen, cujos vídeos no YouTube serviram de inspiração para uma geração futura de terroristas. Mas al-Awlaki foi no final vencido pela tecnologia: ele foi morto em 2011 por um ataque de drone.

Nos dois últimos capítulos que tratam do futuro dos conflitos mundiais e da reconstrução pós-conflito, os autores mostram que as guerras de marketing já são um fenômeno recorrente. Eles indicam a iminência de conflitos, tal qual o ataque ao sítio da BP na Tunísia por muçulmanos fundamentalistas, que reagiram contra o vídeo A Inocência dos Muçulmanos (Innocence of Muslims) divulgado em 2012. A sugestão sugerida para evitar as guerras de marketing e os conflitos que resultam das mesmas é criar um sistema de verificação de dados capaz de separar o que é fato e o que é marketing. Finalmente, o capítulo sete mostra como a tecnologia pode ajudar no trabalho da reconstrução dos países destruídos por conflitos ou por desastres naturais.

De quem é a responsabilidade pelo mundo virtual é uma coisa que não está explícita neste livro. Entretanto, ao mostrar que a tecnologia serve indiscriminadamente às forças do bem e do mal, embora omitindo a pornografia e outros tópicos contenciosos a ela relacionados que parecem preocupar as pessoas em geral, os autores sugerem que a responsabilidade pelo mundo virtual não é só da Google e das outras megaempresas mas também de todos nós como indivíduos. A força maior deste livro é a sua cobertura do terrorismo e ciberterrorismo e suas ameaças às sociedades e aos negócios. Mas as sociedades e as organizações não são os únicos que precisam de uma estratégia de defesa contra as ameaças diretas e indiretas ao ciberespaço. Como indivíduos, todos nós precisamos defender aquilo que temos ou que aspiramos. O livro The New Digital Age de Schmidt e Cohen oferece uma avaliação abrangente das diversas tecnologias que operam no ciberespaço bem como uma apreciação equilibrada de seus diversos atores, e por esses motivos é um livro útil para quem quer que dê valor à sua liberdade e sua reputação e deseja salvaguardá-las.
___________________________________________________________________________
Tradução do inglês para o português: J Pires-O’Brien
Agradecimento: Carlos Pires, revisor

Key words: resenhas, book reviews, Eric Schmidt, Jared Cohen, Digital Age, dados biométricos, biometric data, computação nas nuvens, cloud computing, wikis, Wikipedia, Wikileaks

Citação:
SCHMID, E. AND COHEN, J. The new Digital Age. LONDON, John Murray. ISBN 978-I-84854-620-2. Review by: PIRES-O’BRIEN, J. (2012). As ameaças e as oportunidades do ciberespaço. PortVitoria, UK, v. 7, Jul-Dec, 2013. ISSN 2044-8236, https://portvitoria.com

Joaquina Pires-O’Brien

Review of the book The new Digital Age by Eric Schmidt and Jared Cohen. 2013. John Murray. London315pp. £25. ISBN 978-I-84854-620-2

To provide a balanced outlook about the threats and opportunities of the telecommunications sector including how it is likely to develop and affect our lives is the objective of The New Digital Age by Eric Schmidt and Jared Cohen. Schmidt is the Executive Chairman of Google and Cohen is the Director of Google Ideas. Autumn 2009, in Baghdad, was when this book was conceived. Schmidt, then the CEO of Google, had gone there to discuss with the Iraqis how technology could be used to help in their country’s reconstruction, and Cohen, then an officer at US State Department was assigned to accompany him.

It is a good thing that Schmidt and Cohen carried out their project to completion for The new Digital Age is a useful compendium of developments in communications’ technology, explained through and their applications in society. The list of the themes is extensive: biometric information, cloud computing, cyber-attacks, cyber-capacity, 3-D printing, distributed denial of service (DDoS), drones, free-information activism, haptic technology, holographic images, interactive voice response, robots such as the iRobot’s Roomba vacuum cleaner, intelligent pills, internet, Khan Academy, mobile phones, online identity, online presence, social networking, Skype, supply-chain data, voice-over Internet protocol (VoIP),wikis, Wikipedia, Wikileaks, etc. In describing the uses of technology both by the good and the bad guys, the authors are usually optimist. One of the points they make is that globalization will not be just of products but of ideas, ‘for the best ideas and solutions will have a chance to rise to the top and be seen, considered, explored, funded, adopted and celebrated.’

In May 2013, just as The New Digital Age reached the UK bookstores, Google was receiving some bad press in the UK for its aggressive tax avoidance, and in June Google, along with other major IT players, was accused of collaborating with the electronic monitoring system carried out by the National Security Agency of the United States. Despite suggestions to the contrary, the timing of Schmidt and Cohen’s book (conceived in 2009) and Google’s stretch of bad press are merely coincidental. The launch of the book, involving the customary schedule of television, radio, conference and press interviews, undoubtedly afforded Schmidt the opportunity to address some of the bad publicity directed at Google but it is not the focus of the book itself.

The influence of Google in this book is most likely to be in the choice of the topics left out, notably pornography. As for the topics covered, the authors did a great job of presenting them in the context of how technology affects every aspect of people’s life as well as society itself. The main idea of The New Digital Age is that the dangers of the future are proportional to the information exchange possibilities of new technologies, and they will affect people, business, organizations and the state itself. From this idea comes another one which is the need for people and organizations to remain alert to eventual attacks to identities and information.

The first chapter deals with the future of individuals and their identities wherever they are in our planet, while the second chapter deals with the future of identity, citizenship and reporting. An interesting snip of terminology is the word ‘wikis’, meaning ‘real time collective editing’. So we learn that there are different types of wikis: about people’s consumption habits, about what peoples do, and so on. From wikis Wikipedia, a crowd-sourced information platform that provides a space for collective wisdom (covered in chapter 6), and Wikileaks, an activist organization that promotes free-information, which takes up several pages of chapter 2 and other chapters. Schmidt and Cohen try to provide a balanced appreciation of Wikileaks by stating its good intentions as well as potential pitfalls.

Schmidt and Cohen are generally optimistic with regards to the potential of communications technology. They start by summarizing the positive things that have come from the telecommunication sector such as improving people’s health, education, business and the quality of life in general. They point out how new integrated systems will make things more effective both at work and in our personal lives, freeing our time for other things. How voice recognition will soon allow the instant transcriptions of emails, notes, speeches and school papers, and how gesture recognition is about to move from the gaming sector to more functional areas. Perhaps one of the best prospects of the digital society is its potential to equalize the distribution of opportunities not just to the most competent persons but also to the best ideas. But connectivity also has a negative side. The misuse of the growing database about the habits of individuals is a threat to people’s identity and reputation. Data can be abused to facilitate repression on the part of governments as well as to promote social unrest on the part of power-seeking warlords. Even the big organizations that store data are vulnerable to cyber-attacks. And technology itself is at the core of the strategies to protect the data and to pursue intruders.

The future of the states, in the sense of how they will behave in relation to the continuation of the free internet is the topic of the third chapter, while the fourth chapter provides a vision of the future of political revolutions. The expression balkanization of the internet, a reference to the fragmentation of the old Yugoslavia, which extended itself through the entire Balkan Mountains peninsula of Southeast Europe, is used to designate its possible fragmentation into national internets. In spite of the current support of the continuation of the free internet, the world is divided on the matter and several countries already filter the internet to adjust it to their laws. Another topic raised in this chapter is virtual multilateralism, where future political alliances will be independent of geography, and the multilateral alliances will be formed by countries and corporations. This type of multilateralism will control all foreign aid and all support development. The greater connectivity we have already facilitates the launching of political revolutions and will carry on doing this. However, finishing off the revolution and rebuilding the country is another matter. The classical example mentioned is the Arab Spring, where technology aggregated masses and launched revolutions in various countries but did not lead to any solutions. For that, the authors pointed, actions in the real world are necessary.

The topic of the fifth chapter is terrorism, counter-terrorism and the technology race between them. Although technology has levered terrorism in both the real and the virtual worlds, technology has also helped to fight terrorism in those two fronts, as it is already done through the blocking of specific cell phones in order to stop them from become DEI (improvised explosive devices) detonators. Another example of the use of technology in the virtual world is the use of metadata to track terrorists, cyber-terrorists and criminals. Marketing is at the core of the technological race between the good and the bad guys. Terrorist organizations have learned to use marketing techniques to cultivate a good image to recruit new members. This is exactly what was done by Anwar al-Awlaki, an American-born extremist cleric affiliated to the Yemen Al Qaeda, whose videos on UTube served as an inspiration to a future generation of terrorists. But al-Awlaki was ultimately defeated by technology: he was killed by a drone attack in 2011.

In the last two chapters that deal with the future of world conflicts and post-conflict reconstruction the authors show that marketing wars are already a recurring phenomenon. They indicate the upcoming of conflicts, such as the attack on the BP compound in Tunisia by Islamic fundamentalists, reacting against the video Innocence of Muslims disseminated in 2012. The suggested solution to avoid marketing wars and the conflicts that result from them is to create a system of data verification capable of separating what is fact and what is marketing. Finally, the seventh chapter shows how telecommunication technology can help in the work of reconstruction of the countries destroyed by conflicts or by nature disasters.

To whom lies the responsibility for the virtual world is not something explicit in this book. However, by showing that technology serves indiscriminately the forces of good and evil, although leaving out pornography and the associated contentious topics that seem to worry people in general, the authors leave an implicit message that the responsibility over the virtual world lies with all of us as individuals. This book’s greatest strength is its cover of terrorism, cyber-terrorism and their threat to societies and business. But societies and organizations are not the only ones who need a defence strategy against the direct and indirect cyber-space threats. As individuals, we all need to defend what we have or what we aspire to. Schmidt and Cohen’s The New Digital Age offers a comprehensible appraisal of the many technologies that operate in the cyber-space as well as a balanced view of its many actors, and for those reasons is a useful book for anyone who values their freedom and their reputation and wishes to safeguard them.
___________________________________________________________________________
Joaquina (Jo) Pires-O’Brien is a Brazilian botanist, translator, and writer living in the UK. In 2010 she created the internet magazine PortVitoria: www.portvitoria.com aimed at the Hispano-Lusophone communities worldwide.

Acknowledgement: Helen Kirby, reviser
Key words: resenhas, book reviews, Eric Schmidt, Jared Cohen, Digital Age, dados biométricos, biometric data, computação nas nuvens, cloud computing, wikis, Wikipedia, Wikileaks.

Citation:
SCHMID, E. AND COHEN, J. The new Digital Age. LONDON, John Murray. ISBN 978-I-84854-620-2. Review by: PIRES-O’BRIEN, J. (2012). The threats and opportunities of the cyberspace. PortVitoria, UK, v. 7, Jul-Dec, 2013. ISSN 2044-8236, https://portvitoria.com

Fernando R. Genovés

Reseña del libro Pensadores Temerarios. Los Intelectuales en la Política de Mark Lilla. Traducción de Nora Catelli. Prólogo de Enrique Krauze.

Podría hablarse sin exageración de la pujanza en la historia de las ideas, la metafilosofía y la sociología del conocimiento de una especie de género —o subgénero— temático ocupado en el controvertido asunto del «compromiso de los intelectuales»: o por qué los escritores, pensadores y artistas han tenido desde antiguo la funesta manía de pretender cambiar el mundo en lugar de limitarse a comprenderlo, de aspirar a influir poderosa y visiblemente en la siempre voluble opinión pública, de dictaminar sobre aquello que ni sienten verdadera vocación ni demuestran suficiente capacidad; de meterse, en fin, allí donde nadie les ha llamado: la política.

Sea por exceso o por defecto, la irrupción de los maestros, los oradores y los bardos en la res publica parece no haber encontrado nunca su ejercicio idóneo, y el balance de su reflexión, acción u omisión invita más a la decepción, cuando no al espanto, que a la satisfacción y a la complacencia.

Julien Benda escribía a finales de los años veinte del siglo XX de la «trahison des clercs», cuando aún no podía prever plenamente el movimiento en Europa de una sección considerable de la intelligentsia a favor de posiciones totalitarias, sea el comunismo, el fascismo y el nazismo, sean las variadas modalidades del nacionalismo. El fenómeno de la influencia de los intelectuales en la sociedad fue ganando en importancia a medida que ésta iba amalgamándose, como consecuencia de su continua transformación en sociedad de masas, y creciendo en vulnerabilidad perceptiva, como efecto de su conversión en sociedad de la comunicación y de la información (a menudo, mal denominada «del conocimiento», como si fuesen conceptos sinónimos).

Más al tanto de la situación y con mayor noticia de cómo avanzaba la función, Robert Nozick, a mediados de los años ochenta, caracteriza la casta de los intelectuales en términos de «anomalía», por cuanto constituye una congregación que exhibe, desde una sospechosa fraternidad corporativa, una desinhibida y unánime oposición al capitalismo, rayana en la obsesión paranoica. Para tratarse de un colectivo privilegiado llamado a aportar luz y saber al resto de los mortales, no son pocos los misterios, artificios y estafas que tienden a progresar en su seno, hasta que tarde o temprano salen finalmente a la superficie. A finales de los años noventa, Alan Sokal y Jean Bricmont publican un ensayo ejemplar, Imposturas intelectuales, que pone al descubierto la pícara astucia de la antirazón postmoderna, pero también la blanca palidez de muchas encendidas figuras públicas. Hoy tenemos que hablar de otra clase de miserias intelectuales. O acaso de las mismas.

En el libro Pensadores temerarios, el profesor de Pensamiento Social de la Universidad de Chicago, Mark Lilla, ofrece un sugerente trabajo que, en la línea ya señalada del desvelamiento de la auténtica médula de los intelectuales, significa una decidida indagación sobre la tentación política que impulsa a tantos pensadores a abrazar esa perversión moral y mental que denomina «filotiranía», esto es: la fascinación por los despotismos y los totalitarismos políticos, así como la seducción por los personajes que los acaudillan y guían. Por esta galería de retratos pasan seis estampas representativas, las cuales tras su correspondiente semblanza se tornan casos a tomar en serio: Martin Heidegger, Carl Schmitt, Walter Benjamin, Alexandre Kojève, Michel Foucault y Jacques Derrida. Seis personajes prominentes en sus áreas de saber que han creado, cuando no escuela, sí una destacable corriente de simpatizantes. También ellos tuvieron sus ídolos y fetiches, casi sin excepción alentadores de extremismos de izquierda o de derecha, paladines de la tiranía y la dominación. Bajo su sombra afilaban los lápices, y no es raro verlos oscilar caprichosamente de un lado al otro del arco ideológico, deambulando desde los espectros de Marx a las iluminaciones de cualquier otro faro visionario o quimérico.

Repárese bien en la selección de autores: todos europeos, situados alrededor del «eje franco-alemán», o, en palabras del autor, «ejemplos de las dos orillas del Rin». Cada uno con sus particulares demonios interiores y obsesiones personales, sus biografías y bibliografías, sus vacilaciones, conversiones y fluctuaciones. Pero todos participando de una misma ofuscación esclarecedora de la naturaleza de la filotiranía que los cegó, a saber, un antiliberalismo contumaz forjado en un contexto propenso al desafuero: «La tradición filosófica europea hace difícil pensar en la tolerancia, por ejemplo, salvo en los términos antiliberales de la teoría del espíritu nacional del romanticismo de Herder o el rígido modelo francés de ciudadanía republicana uniforme o, actualmente, el idiosincrásico mesianismo de la deconstrucción de Jacques Derrida».

¿Qué profunda fuerza mental excita la atracción intelectual hacia la tiranía? En el epílogo del ensayo, Lilla traza un inteligente esbozo de respuesta a este interrogante, definido como «la seducción de Siracusa», en referencia a los tres desplazamientos de Platón a la isla regida por el tirano Dionisio a fin de hacer que entrara en razón y adoptase la perspectiva justa marcada por el filósofo ateniense. He aquí el sueño de Platón y de Dión. Es sabido que ambos fracasaron, pero no menos que los filotiránicos europeos del siglo XX. A unos más que a otros, a todos les perdió la falta de autoconocimiento, la vanidad, el ansia por realizar la Idea, la pulsión interior de proyectar hacia fuera sus propias miserias, su arrogancia, su irresponsabilidad.

A menudo, el célebre compromiso intelectual, la filantropía y la utopía conducen a estas cosas. Aunque, también existen otros ejemplos de actuación contenida y responsable en política que con demasiada ligereza, cuando no confabulación académica y mediática, son simplemente ignorados u omitidos, y que Enrique Krauze hace bien consignándolos en la introducción del libro. Se trata de la menos ruidosa, pero mucho más fructuosa, trayectoria fijada por creadores de «diseños e ideas» como son Bertrand Russell, Ortega y Gasset, George Orwell, Isaiah Berlin, Karl Popper u Octavio Paz.

___________________________________________________________________________

Fernando Rodríguez Genovés es escritor, ensayista, crítico literario y analista cinematográfico. Profesor funcionario de carrera, en excedencia voluntaria, en la asignatura de Filosofía. Autor de nueve libros y mantenedor de varios blogs, el Dr. Genovés es fundador y colaborador habitual de El Catoblepas, revista crítica del presente, de periodicidad mensual, publicada desde 2002.

 

Nota:

El presente texto corresponde a la reseña del libro Pensadores temerarios. Los intelectuales en la política de Mark Lilla. Traducción de Nora Catelli. Prólogo de Enrique Krauze. Debate, Barcelona, 2004, 190 páginas. Fue publicada inicialmente, con el título «La seducción de Siracusa», en Blanco y Negro Cultural, suplemento cultural del diario madrileño ABC, nº 671 (4 de diciembre de 2004). Para la presente edición el propio autor ha introducido algunos pequeños cambios ortográficos y de estilo.

 

Citación:

LILLA, M. Los intelectuales en la política. Traducción de Nora Catelli. Prólogo de Enrique Krauze. Reseña de: RODRÍGUEZ GENOVÉS, F. (2012). La filotiranía: cuando la intelligentsia se queda a favor de posiciones totalitarias. PortVitoria, UK, v. 7, Jul-Dec, 2013. ISSN 2044-8236, https://portvitiria.com

Simon Heffer

Resenha do livro Small wars, far away places: the genesis of the modern world – 1945-65 de Michael Burleigh. Macmillian. 588pp. £25. ISBN 978-0-230-75232-0

Pelas suas características os vinte anos após o final da Segunda Guerra Mundial foram tão aterrorizantes quanto o próprio conflito. O período representou uma ameaça equivalente à ordem mundial: a derrota do fascismo foi seguida da ascensão do comunismo. O período viu também uma mudança do poder global, da Europa, onde ele historicamente residia, para a América. Até os anos sessenta os americanos estabeleceram uma hegemonia rivalizada apenas pela União Soviética – que ainda estava a uma boa distância atrás. A Grã-Bretanha, o grande poder da era pré-guerra, estava arruinada mas compreendia apenas gradualmente a sua impotência. Dentro de poucos meses a partir do final da Segunda Guerra Mundial, a Guerra Fria começou. O monopólio da América sobre a contenda nuclear durou pouco tempo, pois em 1949 os espiões deram aos soviéticos os segredos necessários para a confecção de sua própria bomba. Com as nações da Europa determinadas a não voltar a fazer guerra umas com as outras, a nova superpotência e o seu inimigo procuraram lutar alternativamente através de agentes no Oriente, na África e no Caribe. Essas são as histórias, dentre outras, que Michael Burleigh relata nesta magnífica, bem-informada, penetrante e muitas vezes espirituosa narrativa dos conflitos ocorridos entre 1945 e 1965.

Burleigh não tenta abarcar o mundo inteiro, mas escolhe os episódios onde tem um interesse especial, que ilustram o tema primordial desta obra: como a América se transformou, na altura do término do mandato presidencial de Eisenhower, naquilo que em 1066 and all that [Título de uma história satírica da Inglaterra publicada na década de 1930 e serializada na revista Punch! N.T.] ficou conhecido como ‘Top Nation’ (a Nação Manda-Chuva). Isso foi a culminação da política de Woodrow Wilson que sustentou a abordagem norte-americana adotada na conferência de Versalhes de 1919: a destruição do poder imperial europeu. Os Habsburgos, os Hohenzollernes e os Ottomanos haviam todos desaparecido; a questão não-resolvida era o Império Britânico, que provou ser insustentável após 1945. Conforme Burleigh registra, a partir do momento em que entraram na Segunda Guerra Mundial em Dezembro de 1941, os americanos deixaram bastante claro que os seus objetivos não incluíam a salvação nem a prorrogação do Império Britânico. E, mesmo antes da independência da Índia em 1947, a América já estava se portando como se não estivesse disposta a tolerar as dissensões do mundo, estendendo o seu alcance tanto aos seus aliados quanto aos seus clientes. Isso ocorreu em parte porque a América se viu como a principal barreira natural contra a disseminação do comunismo, e em parte porque havia se acostumado, desde a época de Wilson, a aspirar o posto de manda-chuva. A arrogância que esta mentalidade criou foi muito bem ilustrada por Burleigh, quando a América interveio nas Filipinas, em Cuba e no Vietnam com resultados cada vez piores.

A abdicação britânica do poder é mostrada como um resultado direto de estar falida. Antes de 1947, o país já havia indicado ao seu principal aliado que já não dava conta de exercer o papel que era esperado dele no Oriente Médio. O país já havia estado ansioso para sair da Palestina o mais depressa possível, mas tal lição parece que foi esquecida pelo governo Conservador dos anos cinquenta, que retornou à região com desastrosas consequências. Burleigh muito corretamente descreve o fiasco de Suez de novembro de 1956 como o momento em que a realidade tomou conta da Grã-Bretanha e os seus dirigentes finalmente entenderam que seu país havia se tornado um jogador de menor importância. As suas tentativas de combater a insurgência malaia conteve a maré por algum tempo, mas logo os agricultores brancos foram escorraçados para costas mais seguras. A manutenção das colônias africanas só foi possível com base na brutalidade racista, como o campo Hola no Quênia, onde em 1959 os guardas espancaram até a morte os Mau Mau detidos, fato que antecedeu em alguns meses o discurso dos ‘ventos de mudança’ de Macmillan.

A Grã-Bretanha não foi, entretanto, o único império a se desmantelar durante esses anos. A mesma coisa ocorreu com a França, primeiramente na Indochina, ao enfrentar comunistas que tinham o apoio chinês, e depois na Argélia contra os nacionalistas. Apenas de Gaulle, o último homem que entregou um centímetro quadrado do território francês, enxergou a impossibilidade de manter a presença do seu país no Norte da África. Através de ambiguidade, duplicidade e da patente traição dos seus princípios – e os dos Harkis, que haviam servido lealmente a França – ele livrou o seu país de um banho de sangue. A Argélia, como tantas das velhas colônias britânicas, continuou a se brutalizar durante décadas, mas pelo menos a França podia lavar as suas mãos sobre isso. Mais ao sul na África, os belgas e os portugueses eram igualmente brutais e ineptos, especialmente na sua propensão para permitir que a influência soviética se espalhasse por toda a África através de organizações que promoviam guerrilhas Marxistas, frequentemente com resultados pouco esclarecedores.

A América beneficiou-se desta hemorragia do poder europeu ainda mais do que a União Soviética. Embora o seu relacionamento com os países europeus individuais não fosse exatamente do tipo senhor e servo – pelo menos até os dias de Tony Blair, o crescimento do poderio americano, quando as últimas colônias europeias estavam sendo desativadas, lembrou a todos os interessados quem eram os verdadeiros senhores. Junto com esta sensibilidade veio uma infeliz arrogância. Burleigh é particularmente contundente nas suas descrições comparativas de Eisenhower e Kennedy, o seu sucessor: o primeiro, um homem de enorme experiência de comando e sem nenhum desejo de aparecer, e o segundo, um constructo do seu pavoroso pai, cuja entrada na política foi comprada com o dinheiro da família. Eisenhower é mostrado como um homem que moveu-se devagar e com sabedoria durante o período em que a América construía o seu poder nos anos cinquenta. Ele nunca perdeu a perspicácia de soldado sobre quais as guerras que poderiam ser ganhas, e portanto, enfrentadas com segurança. Ele também tinha pragmatismo para entender que a Grã-Bretanha estava posando (com Churchill como ‘posador’-em-chefe) nos anos cinquenta, apresentando-se como um poder mundial mesmo quando tal ilusão já se havia desvanecido, afirmando que a Grã-Bretanha merecia um lugar ‘especial’ nas relações internacionais com a América. Ike tinha uma atitude não-sentimental e apropriadamente rejeitou a noção, quase com um tom de pena.

Burleigh é um escritor bom e conciso, mas em nenhuma outra parte deste livro ele se excede mais do que na sua resumida descrição de Kennedy, como um ralo da moralidade, incapaz de levar qualquer coisa a sério afora a mulher que ele estivesse perseguindo na ocasião. Juntamente com o seu desagradável irmão Bobby, assassinado cinco anos depois dele, Kennedy meteu os pés pelas mãos no fiasco da Baía dos Porcos e só saiu intacto da Crise dos Mísseis Cubanos devido ao fortuito acidente da incompetência de Khrushchev e ao difícil relacionamento que o líder soviético tinha com Fidel Castro. Porém, foi Lyndon Johnson quem perpetrou a pior mancada da arrogância americana, com o seu pesado compromisso em termos de envio de tropas ao Vietnam. Harry Truman, que ainda estava vivo na ocasião, poderia ter-lhe advertido enfaticamente sobre as dores de cabeça que a Guerra da Coréia lhe haviam dado, e o alívio depois que a América conseguiu se safar. Mas Johnson acreditava na divina missão da América de lutar contra a ameaça comunista, e nunca imaginou que o seu país sofreria a humilhação que os franceses amargaram na década anterior, com a chocante derrota em Dien Bien Phu em 1954. O excepcional livro de Michael Burleigh termina antes do Vietnam virar o cemitério moral e literal da América: isso é no mínimo um bom motivo para esperar um volume sequente para ler a sua interpretação sobre como tal estória se desenrolou.
__________________________________________
Simon Heffer é um jornalista, escritor e editor britânico. O seu próximo livro High minds, sobre a história intelectual e social da Grã-Bretanha do meio do século 19 será publicado pela editora Random House no final deste ano.

Reproduzido de: Literary Review, May 2013
(http://www.literaryreview.com)
© Simon Heffer
Cortesia de: Literary Review e Simon Heffer

Tradução: J Pires-O’Brien
Revisão: C Pires

Fernando Rodrígues Genovés. Sobre o seu novo livro La ilusión de la empatía. Ponerse en el lugar del otro y demás imposturas morales (A ilusão da empatia. O coloque-se no lugar do outro e outras imposturas morais). Nov 2012.

Dr. Fernando Rodríguez Genovés é professor de filosofia da Universidade de Valência, atualmente em ano sabático. É crítico literário e de cinema, autor de diversos ensaios e livros, blogueiro e um dos fundadores de El Catoblepas, revista crítica da atualidade de periodicidade mensal, publicada desde 2002, na qual escreve habitualmente.

Porque a Apoteose da Empatia Restringe a Responsabilidade Pessoal.
Joaquina Pires-O’Brien (JPO): Por que no seu livro o senhor afirma que a proposição popular de ‘colocar-se no lugar do outro’ é uma impostura moral?
Fernando Rodríguez Genovés (FRG): Eu optei por empregar o termo ‘impostura’, a fim de sublinhar os problemas que detecto no fenômeno da empatia — e mais especificamente, na proposição de ‘colocar-se no lugar do outro’, pois ele identifica com bastante precisão um assunto que trata não só de atitudes morais mas também de lugares e posicionamentos teóricos. Não negarei que tal escolha terminológica convide também uma cumplicidade intelectual com o célebre trabalho de Alan Sokal e Jean Bricmont intitulado Intellectual Impostures (edição do Reino Unido; original norte-americano: Fashionable Nonsense: Postmodern Intellectuals’ Abuse of Science). A empatia representa efetivamente uma impostura intelectual pois além de ser uma proposta cientificamente absurda e teoricamente insustentável, ela constitui acima de tudo um enorme artifício que não está longe do fingimento, e como consta no próprio título do ensaio, não está isento da ilusão. Existem ilusões óticas, mas também crenças ilusórias. A empatia é uma delas.

JPO: O que diz a filosofia moral a propósito da compaixão e da necessidade de entender os nossos concidadãos?
FRG: Não há apenas uma única filosofia moral a respeito disso, mas sim diversas e bastante variadas. As que estão diretamente implicadas no nosso tema são aquelas que se inclinam mais para o amor próprio, o cuidado de si mesmo e o autorrespeito, em primeira instância, a começar por aquelas que poderíamos denominar ‘altruístas’, ou seja, que põem o outro na frente — ou acima — da própria pessoa. A compaixão é um instinto humano, assim como a agressividade e a sexualidade. Portanto, não é um valor moral por si própria, e sim uma propensão natural das pessoas, que, como tal, deve ser governada e contida pela razão. O que sucede é que, de repente, alguns conceitos encontram-se cobertos por um verniz teórico e/ou ideológico que, literalmente, os altera, o que sugere fazer sua oportuna crítica. Isso ocorre com a noção da ‘compaixão’, bem como com o significado de ‘entender’, uma vez que ‘entender o outro’ não deve levar, obrigatoriamente, a concordar com tudo o que um indivíduo diz, e nem tampouco ter que apadrinha-lo, adotá-lo ou ‘colocar-se no lugar dele’, mas sim, em primeira instância, entender as razões pelas quais atua.

JPO: O senhor poderia dar um exemplo de como a responsabilidade do indivíduo e sua autoestima são dificilmente compatíveis com a proposição popular de ‘colocar-se no lugar do outro’?
FRG: A responsabilidade moral significa, basicamente, a capacidade do indivíduo de assumir a sua própria existência e de responder pelos seus atos. A responsabilidade (assim como a identidade), por ser pessoal, é intransferível. Dessa forma, ‘responder pelo outro’ como uma norma significa interferir com a autonomia das pessoas, destituir-lhes da palavra, querer mantê-los intelectual e moralmente como menores de idade. Entender os outros significa levá-los a sério e respeitá-los, isto é, não fazer nada que os impeça agir pela própria vontade e livremente. É esta a melhor maneira de construir uma sociedade de indivíduos livres e responsáveis, e não levar o intervencionismo e o protecionismo ao espaço das emoções, nem para um terreno tão privativo como a moral.

JPO: Os psicólogos estão errados em supervalorizar o papel das relações sociais das pessoas?
FRG: Tampouco neste caso é prudente generalizar. Nem todos os psicólogos sustêm os mesmos pontos de vista a respeito da questão da empatia. Observamos neste grupo profissional o mesmo que ocorre em tantos outros: estão severamente condicionados aos modismos. No campo da psicologia, ontem reinavam a Gestalt e a psicanálise; hoje, quem manda são as correntes inspiradas na ‘inteligência emocional’ e na empatia. Ao mesmo tempo é preciso levar em conta que às margens da prática terapêutica dos psicólogos, há um amplo espectro de novas profissões e novas tendências —como aquelas relacionadas com o coaching, a autoajuda, as técnicas de comunicação, e assim por diante — que funcionam à base de clichês e modelos práticos muito elementares, que buscam antes de tudo atrair a simpatia do público… E não existe coisa mais simpática do que a empatia…! Quem trabalha neste campo do controle da conduta dificilmente permanece imune às forças dominantes, e não nos esqueçamos de que as sociedades ocidentais contemporâneas, autodenominadas ‘sociedades do bem-estar’, estão marcadas por valores fortemente comunitários —a seguridade e a superproteção, a solidariedade e a filantropia, a proliferação dos direitos— e pouco predispostas ao risco, ao empreendimento, à livre competição, e a estender a liberdade a uma quantidade maior de atividades humanas.

JPO: No seu livro A Rebelião das Massas, o filósofo espanhol José Ortega y Gasset referiu-se à ‘hiperdemocracia’ como uma doença da democracia. O senhor vê alguma similaridade entre a ‘hiperdemocracia’ e a ‘apoteose da empatia’?
FRG: As análises feitas por Ortega y Gasset em A Revolução das Massas, continuam sendo válidas e têm sido corroboradas à medida em que cresce o significado da palavra ‘massa’. A inércia da massa tende transformar a sociedade num totum revolutum, um conglomerado amorfo onde as individualidades e as particularidades são anuviadas ao ponto de serem varridas do mapa. A ‘hiperdemocracia’ é o marco mais propício para celebrar a apoteose da empatia. Nela não há hierarquias, categorias ou meritocracia; segundo o tema, até as simples comparações são odiosas. Qualquer um pode ocupar qualquer lugar, não por mérito ou por esforço, mas pelo direito concedido. As posições e os lugares são intercambiáveis sem exceção: as aulas quem dão são os alunos, ao invés dos professores; a divisão de poderes, a condição principal da sociedade liberal, tornou-se reduzida a uma relíquia do antigo sistema político; nas famílias, os pais são submetidos aos caprichos dos filhos; as redes sociais são feitas para suplantar identidades sem limites, hoje você pode ser um e amanhã outro; e assim por diante. Se a ilusão da empatia se tornasse realidade, presenciaríamos a apoteose do igualitarismo moral.

JPO: Quais os perigos da tolerância e da proteção sem limites no âmbito da família?
FRG: Nas sociedades ocidentais uma boa parte das gerações atuais de pais está atacada emocionalmente por um notório complexo de culpabilidade e um déficit de responsabilidade que os leva a proteger excessivamente os seus filhos (e tudo isso, abrindo parênteses, na eventualidade dos casais resolverem fazer descendentes, pois o problema demográfico na Europa está bastante preocupante devido à queda no índice de natalidade, fato cujos riscos são social e culturalmente suicidas). Por um lado, os pais renunciaram à missão tradicional de educar os filhos, repassando essa tarefa à escola. Por outro lado, eles consentem e toleram tudo, pois temem ‘traumatizá-los’ com as mínimas regras de comportamento. Nesta situação, repare-se o seguinte: no primeiro caso, os mestres se colocam no lugar dos pais; e no segundo, os pais não orientam os seus filhos — e tampouco repreendem ou castigam as faltas que possam cometer—, porque, na ânsia de entendê-los, colocam-se no lugar deles.

JPO: No seu ensaio o senhor cita o filósofo Bernard Williams, que escreveu sobre a ‘heresia dos antropólogos’ a propósito da posição teórica segundo a qual os juízos morais não têm valor universal, de maneira que seria inadequado para uma sociedade condenar ou criticar os comportamentos de outra. Que tipo de problema que este relativismo cultural representa para a compreensão ou o discernimento das coisas?
FRG: Principalmente um: o relativismo moral torna impossível compreender as coisas. De fato, ele nem sequer aspira a tal objetivo. O processo do entendimento exige, pela sua própria natureza, um distanciamento com a realidade que busca compreender. Isto é particularmente exigível no âmbito dos conhecimentos práticos: na ética, na psicologia, no direito, e assim por diante. Vou dar um exemplo: um juiz não pode passar uma sentença justa num caso de assassinato pondo-se no lugar do assassino. Para a antropologia cultural, a que Williams se referia, não existem culturas superiores ou inferiores, civilização ou barbárie. Segundo esta, todas são igualmente ‘respeitáveis’, o que muda o sentido restrito do termo ‘respeito’. A partir dessa perspectiva, só se pode conhecer as sociedades de dentro, e nunca de fora. E isso é um absurdo, pois se as coisas fossem analisadas assim, a investigação histórica e sociológica se tornaria impossível: ninguém consegue ocupar todos os lugares ao mesmo tempo. O correspondente político e ideológico deste assunto não é menos sinistro. O relativismo não conduz ao entendimento, mas apenas agita o sentimento, não propõe a compreensão, mas apenas a conversão. É preciso lembrar que a empatia não deixa de ser uma manifestação do relativismo. Colocando isso na linguagem da economia, a empatia aspira trocar o atual sistema monetário pelo antigo sistema de trocas de mercadorias.

JPO: O senhor cita também o filósofo Elias Canetti (1905-1994) em cujo livro Massa e Poder (1960), ele fala da ansiedade e da dor resultantes de uma experiência incompleta e frustrante, e de como o peso da individualidade, quando se torna insuportável, faz com que o indivíduo a busque alívio mediante a integração no grupo. O senhor acredita que a análise de Canetti, feita durante os anos 20 e 30 na Alemanha e na Áustria, pode aplicar-se ao fenômeno das massas de hoje em dia?
FRG: O livro Massa e Poder de Elias Canetti é uma obra nascida no seu tempo, mas por se tratar de um pensamento superior, possui uma dimensão universal e perene, onde a particularidade convive com a generalidade do assunto em exame; a mesma coisa ocorre com A Revolução das Massas de Ortega y Gasset. Ambas essas obras nos têm ajudado a compreender que o poder da massa aumenta proporcionalmente à eclipse das individualidades, à supressão das distâncias e ao avanço do nivelamento nas sociedades. Nesse sentido, em Massa e Poder Canetti fez uma luminal descrição da tenaz ambição da massa pelo nivelamento mediante um processo de absorção das pessoas que acaba por anulá-las como entes autônomos. Em resumo, com o avanço da massa, a integração do todo suprime a integridade de cada um. Pois bem, a proposição de ‘colocar-se no lugar do outro’ deve muito a esse ‘nivelamento com o outro’ mencionado por Canetti.

JPO: Uma pessoa física perde a sua identidade quando se junta à massa?
FRG: Desde o mesmo momento em que o indivíduo é ‘engolido’ pela massa, ele perde a própria identidade de pessoa física… e moral. Fisicamente, já não é um ser pleno e autônomo, mas apenas uma parte de um todo, uma peça a mais num conjunto, uma mera fibra do ‘tecido social’. Observe isto: dentro do grupo, no interior da massa, o sujeito não atua, ele simplesmente se deixa levar, seguindo a corrente; ele não decide, ele obedece; ele não fala, ele vocifera. Para ilustrar a homogeneidade de um grupo na hora de se manifestar basta dizer que ‘fala como uma pessoa única’. Eis aqui o ideal coletivista. Recordemo-nos, finalmente, que Octavio Paz costumava se referir ao Estado como ‘o monstro filantrópico’. Pois bem, não são poucas as vozes que equiparam as noções de ‘filantropia’ e ‘empatia’.

JPO: No final do seu livro o senhor recria situações engraçadas de ‘colocar-se no lugar do outro’, tiradas de comédias televisivas e dos filmes de Hollywood, cujos personagens são aparentemente pessoas que consideraríamos razoáveis e inteligentes. Qual é a finalidade desse Apêndice no conjunto do ensaio?
FRG: O ensaio contém um Apêndice final que eu denominei ‘A empatia como pilhéria’. O propósito do mesmo é mostrar como o postulado ‘colocar-se no lugar do outro’ acabou se tornando um lugar comum, um coringa que reaparece não só em determinados meios acadêmicos e profissionais, mas também nos meios de comunicação e no linguajar corriqueiro. O cinema e a televisão (sem esquecer as tiras de quadrinhos e os desenhos animados) não ficaram à margem da dita influência, que aparece umas vezes de modo explícito, e noutras, subentendidos. A comédia, em particular, é um gênero perfeito para levar ao limite as situações cotidianas, e, por que não, também ao absurdo. Provavelmente, tal Apêndice seja, para muitos leitores, mais esclarecedor do que os prévios capítulos analíticos para compreender o grande desatino que a empatia significa. A sátira e a ironia, pela sua habitualidade, conseguem ser mais persuasivas e eficazes do que intrépidos discursos e austeras explicações.

JPO Como melhorar a compreensão das pessoas através do emprego da razão?
FRG: No tocante ao entendimento com os outros, o sentimento é necessário e imprescindível. Não somos máquinas, mas seres racionais dotados de coração. Não obstante, a via para a compreensão das coisas não é o sentimento, mas a razão. Nós não amamos, apreciamos ou odiamos os outros em decorrência de uma reflexão racional, mas sim como consequência da experiência emocional, que acaba condensada em afeto ou desafeto. Dessa forma, cada coisa tem seu lugar e cada um tem o seu espaço. Desconfio das teorias que são chegadas a misturas intelectivas e a coquetéis práticos, ou seja, aquelas que põem os conceitos da razão e do sentimento num mesmo nível, até o ponto de igualá-los, trocando uma noção por outra, conforme convenha ao interesse.

JPO: Gostaria de agradecer ao senhor por ter concedido essa entrevista para a revista PortVitoria. Muito obrigada e boa sorte com o seu novo livro!
FRG: Muito obrigado a você pela sua gentileza.
_______________________________________________________________________

Nota
O novo livro de Fernando Genovés, La ilusión de la empatía, encontra-se disponível na livraria Amazon, através dos links abaixo:

Dr. Fernando Rodríguez Genovés es profesor funcionario de carrera, en la asignatura de Filosofía en la Universidad de Valencia, actualmente en excedencia voluntaria. Además de ser autor de nueve libros, el filósofo español es ensayista, crítico literario y analista cinematográfico, blogista y fundador de El Catoblepas, revista crítica del presente, de periodicidad mensual, publicada desde 2002, donde escribe habitualmente.

Joaquina Pires-O’Brien (JPO): ¿Por qué considera en su libro una impostura la noción popular “ponerse en el lugar del otro”?
Fernando Rodríguez Genovés (FRG): He optado por emplear el término «impostura», a la hora de señalar los problemas que detecto en el fenómeno de la empatía —y, en concreto, en el postulado «ponerse en el lugar del otro»—, porque identifica con bastante precisión un asunto que trata, justamente, sobre actitudes morales, pero asimismo sobre «lugares» y posicionamientos teóricos. No negaré que dicha elección terminológica invita también a una complicidad intelectual con el título del célebre trabajo de Alan Sokal y Jean Bricmont Intellectual Impostures (edición del Reino Unido del original norteamericano, Fashionable Nonsense: Postmodern Intellectuals’ Abuse of Science). La empatía representa, en efecto, una impostura intelectual porque, además de ser una propuesta científicamente absurda y teóricamente insostenible, constituye, por encima de todo, un enorme artificio, no ajeno al fingimiento y, como consta en el mismo título del ensayo, no exento tampoco de ilusión. Hay ilusiones ópticas, pero también creencias ilusorias. La empatía es una de ellas.

JPO: ¿Qué afirma la filosofía moral a propósito de la compasión y la necesidad de comprender a nuestros conciudadanos?
FRG: No hay una sola y única filosofía moral al respecto, sino varias y bastante variadas. Las que están directamente implicadas en nuestro tema son aquellas que se inclinan más por el amor propio, el cuidado de sí mismo y el autorrespeto, en primera instancia, frente a aquellas que podríamos denominar «altruistas», es decir, que ponen al otro por delante —o por encima— del yo personal. La compasión es un instinto humano, como lo es igualmente la agresividad o la sexualidad. No es, por tanto, un valor moral en sí mismo, sino una propensión natural de las personas, que, como tal, debe ser gobernada y contenida por la razón. Sucede que, de pronto, algunos conceptos se ven recubiertos de un barniz teórico y/o ideológico que, literalmente, los altera, lo cual aconseja hacer la oportuna crítica de los mismos. Ocurre esto con la noción «compasión», pero también con el significado de «entender», puesto que «entender al otro» no debe llevar, obligatoriamente, a darle la razón (por principio, por sistema y en todo), ni tampoco a tener que apadrinarlo, adoptarlo o «ponerse en su lugar», sino, en primera instancia, a entender las razones por las cuales actúa.

JPO: ¿Podría poner un ejemplo de por qué la responsabilidad individual y la autoestima son difícilmente compatibles con el postulado “ponerse en lugar del otro”?
FRG: La responsabilidad moral significa, básicamente, la capacidad del individuo de hacerse cargo de su propia existencia y de responder de sus actos. La responsabilidad (como la identidad), al ser personal, es intransferible. «Responder por el otro» como norma significa, entonces, vulnerar la autonomía de los sujetos, quitarles la palabra, querer mantenerles en la minoría de edad intelectual y moral. Entender a los demás significa tomarles en serio y respetarles, es decir, no hacer nada que les impida actuar según su propia voluntad, libremente. He aquí la mejor manera de construir una sociedad de individuos libres y responsables, y no llevar el intervencionismo y el proteccionismo también hasta el espacio de las emociones, así como a un terreno tan privativo como es la moral.

JPO: ¿Los psicólogos están equivocados cuando sobrevaloran el papel de las relaciones sociales de los individuos?
FRG: Tampoco en este caso es prudente generalizar. No todos los psicólogos sostienen los mismos puntos de vista respecto al tema de la empatía. Observamos en dicho gremio lo mismo que en muchos otros: están severamente condicionados por las modas. En el campo de la psicología, ayer reinaban la Gestalt y el psicoanálisis; hoy, mandan las corrientes inspiradas en la «inteligencia emocional» y la empatía. Téngase en cuenta, al mismo tiempo, que en los márgenes de la práctica terapéutica de los psicólogos, se mueve un amplio espectro de nuevas profesiones y nuevas tendencias —como son las relacionadas con el coaching, la autoayuda, las técnicas de comunicación, etcétera— que funcionan a base de clichés y modelos prácticos muy elementales, los cuales buscan ante todo atraerse la simpatía del público… ¡Y qué cosa hay más simpática que la empatía…! Quien trabaja en este campo del control de la conducta difícilmente queda inmune a las vigencias dominantes, y no se olvide que las sociedades occidentales contemporáneas, autodenominadas «sociedades del bienestar», están señaladas por los valores fuertemente comunitarios —la seguridad y la sobreprotección, la solidaridad y la filantropía, la proliferación de los derechos— y poco predispuestas al riesgo, al emprendimiento, a la libre competencia, a extender la libertad al mayor número de actividades humanas…

JPO: En su libro La rebelión de las masas, el filósofo español José Ortega y Gasset se refirió a la «hiperdemocracia» como una enfermedad de la democracia. ¿Ve alguna similitud entre la «hiperdemocracia» y la «apoteosis de la empatía»?
FRG: Los análisis llevados a cabo por Ortega y Gasset en la Rebelión de las masas, siguen siendo válidos y se han visto corroborados a medida que crecía la significación del término «masa». La inercia de la masa tiende a hacer de la sociedad un totum revolutum, un conglomerado amorfo en el que las individualidades y las particularidades son difuminadas hasta el punto de ser borradas del mapa. La «hiperdemocracia» es el marco idóneo donde celebrar la apoteosis de la empatía. En ella no hay jerarquías ni categorías ni meritocracia; hasta, según sostiene el tópico, las simples comparaciones son odiosas… Cualquiera puede ocupar cualquier lugar, no por mérito ni esfuerzo, sino por derecho propio. Los estatus y los lugares son intercambiables sin excepción: las lecciones las dan los alumnos, no los profesores; la división de poderes, condición principal de la sociedad liberal, ha sido reducida a una reliquia de la vieja teoría política; en las familias, los padres están sometidos a los antojos de los hijos; las redes sociales están concebidas para suplantar identidades sin límites, puedes ser hoy uno y mañana otro; etcétera. Si la ilusión de la empatía se hiciese realidad, presenciaríamos la apoteosis del igualitarismo moral.

JPO: ¿Qué peligros producen una tolerancia y una protección sin límites en el marco de la familia?
FRG: Gran parte de las generaciones actuales de padres en las sociedades occidentales son atacadas emocionalmente por un notorio complejo de culpabilidad y un déficit de responsabilidad que les lleva a proteger en exceso a sus hijos (y todo ello, añado entre paréntesis, cuando las parejas se deciden a tener descendencia, pues el problema demográfico en Europa es muy inquietante debido a la caída del índice de natalidad, un hecho que ofrece rasgos, social y culturalmente, suicidas). Por un lado, los padres han renunciado a la tradicional misión de educar a los hijos, labor que traspasan a la escuela. Por otro, les consienten y toleran todo porque temen «traumatizarlos» si les marcan siquiera unas mínimas pautas de comportamiento. En esta situación, repárese en lo siguiente: en el primer caso, los maestros se ponen en lugar de los padres; en el segundo, los padres no instruyen a los hijos — tampoco amonestan ni castigan las faltas que puedan cometer—, porque, ansiando entenderles, se ponen en el lugar de éstos…

JPO: Usted cita en su ensayo al filósofo Bernard Williams, quién escribió sobre la “herejía de los antropólogos” a propósito de la posición teórica según la cual los juicios morales no tienen valor universal, de manera que desde una determinada sociedad sería inadecuado condenar o criticar los comportamientos de otra. ¿Qué tipo de problema representa esta clase de relativismo cultural para la comprensión y el discernimiento de las cosas?
FRG: Principalmente, uno: el relativismo moral hace imposible comprender las cosas. De hecho, ni siquiera aspira a tal objetivo. El proceso del entendimiento exige, por su propia razón, un distanciamiento con la realidad que busca comprender. Esto es particularmente exigible en el ámbito de los saberes prácticos: la ética, la psicología, el derecho, etcétera. Pondré un ejemplo: un juez no puede dictar justa sentencia en un caso de asesinato poniéndose en el lugar del asesino… Para la antropología cultural, a la que se refería Williams, no hay culturas superiores ni inferiores, civilización ni barbarie. Según aquélla, todas son igualmente «respetables», lo cual trastorna el estricto sentido del término «respeto». Desde tal perspectiva, sólo pueden conocerse las sociedades desde dentro, nunca desde fuera. Lo cual es absurdo, porque, vistas así las cosas, la investigación histórica y sociológica se tornaría imposible: nadie es susceptible de estar en todo momento y lugar, a la vez y al mismo tiempo. El correlato político e ideológico de este asunto no es menos siniestro. El relativismo no anima al entendimiento sino que agita el sentimiento, no propone la comprensión sino la conversión. Y téngase en cuenta que la empatía no deja de ser una manifestación de relativismo. Por decirlo en términos comerciales, la empatía aspira a sustituir la sociedad de libre comercio por una comunidad regida por el trueque emocional.

JPO: Usted cita también al filósofo Elias Canetti (1905-1994), en cuyo libro Masa y poder (1960) habla de la ansiedad y el dolor resultantes de una experiencia incompleta y frustrante, y cómo el peso de la individualidad, cuando se hace insoportable, conduce a la persona a buscar alivio mediante la integración en el grupo. ¿Cree que el análisis de Canetti, realizado durante los años 20 y 30 en Alemania y Austria, puede aplicarse al fenómeno de las masas de hoy en día?
FRG: Masa y Poder de Elias Canetti es una obra nacida en su tiempo, pero, en su condición de pensamiento superior, posee una dimensión universal y perenne, en el que la particularidad convive con la generalidad del asunto en examen; un rasgo que también encontramos en La rebelión de las masas de Ortega y Gasset. Ambas obras nos han ayudado a comprender que el poder de la masa aumenta proporcionalmente al eclipse de las individualidades, a la supresión de las distancias y al progreso de la igualación en las sociedades. En ese sentido, Canetti lleva a cabo una luminosa descripción en Masa y poder de la tenaz ambición de la masa por la igualación mediante una proceso de absorción de los sujetos que acaba por anularlos como entes autónomos. Dicho brevemente: con el avance de la masa, la integración del todo suprime la integridad del cada uno. Pues bien, el postulado «ponerse en lugar del otro» debe mucho a esa «igualación con lo otro» de la que hablaba Canetti.

JPO: ¿Pierde una persona física su identidad al incorporarse a la masa?
FRG: Desde el mismo momento en que el individuo es engullido por la masa, pierde la propia identidad de persona física… y moral. Físicamente, ya no es un ser pleno y autónomo, sino una parte del todo, una pieza más del conjunto, mera fibra del «tejido social». Atiéndase a esto: dentro del grupo, en el interior de la masa, el sujeto no actúa, simplemente se deja llevar, sigue la corriente; no decide, obedece; no habla, vocifera. Para ilustrar la homogeneidad de un grupo a la hora de manifestarse, suele decirse que «habla como un solo hombre». He aquí el ideal colectivista. Recuérdese, finalmente, que Octavio Paz se refería al Estado como «el ogro filantrópico». Pues bien, no son pocas las voces que equiparan las nociones de «filantropía» y «empatía».

JPO: Al final de su libro usted recrea situaciones chocantes de “ponerse en lugar del otro” tomadas de comedias de televisión y en películas de Hollywood, cuyos personajes son aparentemente personas que consideraríamos razonables e inteligentes. ¿Cuál es la finalidad de dicho Apéndice en el conjunto del ensayo?
FRG: El ensayo contiene un Apéndice final que he denominado «La empatía, tomada a broma». El propósito del mismo es mostrar de qué manera el postulado «ponerse en el lugar del otro» ha llegado a constituirse en un lugar común, en un «comodín» que se repite no sólo en determinados ámbitos académicos y profesionales, sino también en los medios de comunicación y en el habla común. El cine y la televisión (sin olvidar el cómic y el cartoon) no han quedado al margen de dicha influencia, unas veces de modo explícito, en otras, mediante sobrentendidos. La comedia, en particular, es un género perfecto para llevar al límite las situaciones cotidianas, y, por qué no, también al absurdo. Probablemente, dicho Apéndice resulte para muchos lectores más clarificador que los previos capítulos analíticos a fin de percatarse del gran desatino que significa la empatía. La sátira y la ironía suelen ser, por lo común, más persuasivas y efectivas que los esforzados discursos y las sesudas explicaciones.

JPO: ¿Cómo mejorar la comprensión en las personas mediante el uso de la razón?
FRG: En el trato y en el entendimiento con los otros, el sentimiento es necesario e imprescindible. No somos máquinas, sino seres racionales con corazón. No obstante, la vía para la comprensión de las cosas no es el sentimiento, sino la razón. Amamos, apreciamos o aborrecemos al otro no como resultado de una reflexión racional, sino como consecuencia de la experiencia emocional, que acaba condensada en afecto o desafecto. Así pues, cada cosa en su lugar y cada uno en su sitio. Desconfío de las teorías proclives a la mixtura intelectiva y al combinado práctico, es decir, aquellas que ponen los conceptos de razón y sentimiento al mismo nivel, hasta el punto de igualarlos, poniendo una noción en el lugar de la otra, según convenga o interese.

JPO: Me gustaría agradecerle el haber concedido esa entrevista para el periódico PortVitoria. Muchas gracias y ¡buena suerte con su nuevo libro!
FRG: Muchas gracias a usted por su amabilidad.
________________________________________________________________________
Nota
El nuevo libro de Fernando Genovés La ilusión de la empatía puede adquirirse en Amazon, través de los links:

Joaquina Pires-O’Brien, editor of the internet magazine PortVitoria, interviews the Spanish philosopher Fernando Genovés about his latest book La ilusión de la empatía. Ponerse en el lugar del otro y demás imposturas morales (The illusion of empathy: To put oneself in the place of another and other moral impostures).

Dr. Fernando Rodríguez Genovés is professor of philosophy at the University of Valencia currently on sabbatical. He is a literary and film critic, author of many essays and published books, a blogger and one of the founders of the monthly electronic magazine El Catoblepas, published since 2002, to which he is a frequent contributor.

Why the Apotheosis of Empathy Subtracts Responsibility
Joaquina Pires-O’Brien (JPO): Why do you state in your book that the popular notion of ´to put oneself in the place of another’ is a moral imposture?
Fernando Rodríguez Genovés (FRG): I chose the term ‘imposture’ in order to air some issues that I detect in the phenomenon of empathy, more specifically, in the proposition ‘to put oneself in the place of another’, since it describes precisely a topic that deals not only with moral attitudes but also with places and theorizations. I won’t deny that such terminological choice also invites to an intellectual complicity with Alan Sokal and Jean Bricmont’s famous book Intellectual Impostures (UK edition, published in the USA as Fashionable Nonsense: Postmodern Intellectuals’ Abuse of Science).Empathy represents, in effect, an intellectual imposture, for in addition to be an idea that is scientifically absurd and theoretically unfeasible, it constitutes, first and foremost, a huge artifice, not far from pretence, and as stated in the very title of the essay, it is also not free from illusion. There are optical illusions but there are also illusory beliefs. Empathy is one of them.

JPO: What does moral philosophy says regarding compassion and the need to understand our fellow citizens?
FRG: There is not a single agreed moral philosophy about this, but several diverse ones. Those that are directly linked to our theme lean primarily towards amour-propre, self-care and self-respect, starting from the ones we could call ‘altruists’, that is, those which place the other ahead —or above— the personal I. Compassion is a human instinct, just like aggression and sexuality. Therefore, it is not a moral value in itself, only a natural propensity that people have, which, as such, must be governed and contained by reason. What happens is that, suddenly, some concepts acquire a theoretical and/or ideological veneer that literally changes their meaning, prompting an opportune criticism. This happened with the notion of ‘compassion’, as well as with the meaning of ‘understanding’, for ‘understanding the other’ should not necessarily lead to agree with everything someone says, nor having to patronize, to adopt or ‘to put in someone’s place ’, but only, in the first instance, to understand the reasons by which someone acts.

JPO: Could you give an example of why individual responsibility and self-respect are hardly compatibles with the proposition ´to put oneself in the place of another’?
FRG: Moral responsibility means the ability to take charge of one’s life and to account for one’s actions. Due to its personal nature, responsibility (like identity) is not transferable. Thus, ‘to account for the other’ as a norm is tantamount to interfere with people’s autonomy, to take away their voice, wanting to constrain them intellectually and morally as under-age. Understanding the others means to take them seriously and to respect them, that is, to do nothing that could prevent them from freely exercising their own will. This is the best way to build a society of free and responsible individuals, neither by bringing interventionism and protectionism to the sphere of emotions, nor or to an area as specific as ethics.

JPO: Are psychologists wrong in overvaluing the role of the individuals’ social relations?
FRG: This is another case where it is not prudent to generalize. Not all psychologists hold the same viewpoint on the subject of empathy. We noticed in this professional group the same thing that occurs in many others: they are severely conditioned by fads. In the area of psychology, Gestalt and psychoanalysis ruled yesterday; today, it is ruled by currents inspired by emotional intelligence and empathy. At the same time, one needs to take into account that at the fringe of the therapeutic practices of psychologists, there is a wide spectrum of new professions and new trends — such as those linked to coaching, self-help, communication techniques, and so on — which function by the use of clichés and very elementary practical models, seeking first and foremost to attract public sympathy. Moreover, nothing is more captivating than empathy. Whoever works in a field that involves controlling behaviour, hardly remains immune to the dominant currents; and let us not forget that contemporary Western societies, which are self-designated ‘welfare societies’, are marked by extremely community-orientated values — security and overprotection, solidarity and philanthropy and the proliferation of rights — whilst they are less inclined to risk, to entrepreneurship, to free competition, and to extend liberty to a greater number of human activities.

JPO: In his book The Revolt of the Masses, the Spanish philosopher José Ortega y Gasset referred to hyperdemocracy as a disease of democracy. Do you see any similarity between hyperdemocracy and the apotheosis of empathy?
FRG: The analysis carried out by Ortega y Gasset in The Revolt of the Masses, not only remains valid but has also been corroborated further by the expansion of the meaning of the word ‘mass’. The inertia of the mass tends to transform society in a totum revolutum, an amorphous conglomeration where individualities and particularities are firstly blurred and then wiped out. A ‘hyperdemocracy’ is the best-suited place to celebrate the apotheosis of empathy. It has no hierarchies, categories or meritocracy; according to it, the simplest comparisons are hateful. Anyone can take any place, not by merit or hard work, but by one’s own right. Status and places are inevitably interchangeable: lessons are given by the students, rather than by the teachers; the division of power, the main condition of the liberal society, has been reduced to a relic of the old political system; in the realm of the family, parents are dominated by the whims of their children; existing social networks allow unbound identities: today you can be someone and tomorrow someone else; and so on. If the illusion of empathy could become a reality, we would witness the apotheosis of moral egalitarianism.

JPO: What are the dangers of tolerance and acceptance without limits in the family?
FRG: In Western societies, a large section of the present generation of parents suffer from a noticeable guilt complex and a responsibility deficit, which prompt them to overprotect their children (and all of this, open brackets, when the couples decide to make descendants, for the drop in the birth rate in Europe has become a worrisome demographic problem which could become disastrous both socially and culturally). On the one hand, parents have renounced the traditional mission of educating children, transferring this task to the school. On the other hand, they permit and tolerate everything, for they are afraid of ‘traumatizing them’ with the smallest rules of behaviour. The following can be noted in the above mentioned situations: in the first case, we have teachers that put themselves in the place of parents; and in the second case we have parents who fail to guide their children — they neither tell them off nor do they punish the faults they commit — for in their angst to understand them, they put themselves in their place.

JPO: You cited the philosopher Bernard Williams who pointed out the ‘heresy of the anthropologists’ in relation to the theoretical proposition that moral judgements have no universal value, and therefore it would be inadequate for one society to condemn or to criticise the values of another. What kind of problem does this type of cultural relativism represents to the understanding and discernment of things?
FRG: Mainly one: relativism makes it impossible to understand things. In fact, it does not even aspire to such an objective. By its own nature, the process of understanding demands distancing from the reality one seeks to understand. This is particularly so in the sphere of practical knowledge such as ethics, psychology, law, and so on. I am going to give you an example: a judge cannot pass a sentence in a murder case by putting himself in the place of the murderer. In the case of cultural anthropology, to which Williams referred, there is no such thing as superior or inferior cultures, civilization or barbarism. According to that assertion, all cultures are equally ‘respectable’, what changes the strict meaning of the term ‘respect’. From such a perspective, it is only possible to know the societies from inside, and never from the outside. And this is an absurdity, for if things were analysed in this fashion, the historical and sociological investigation would become impossible: for no one can be everywhere at the same time. The political and ideological correspondence of this is no less sinister. Relativism only stirs feelings without leading to any understanding; it does not propose comprehension but only acceptance. It is worth reminding that empathy is also a manifestation of relativism. To put it in economic terms, empathy aspires to change the present monetary system back to a barter system.

JPO: You also cited the philosopher Elias Canetti (1905-1994) in whose book Crowds and Power (1960) he talks about the anxiety and the pain resulting from an incomplete and frustrated experience and how the weight of individuality becomes too much to bear, driving the individual to seek relief by integrating in the group. Do you think that Canetti’s explanation, which was inspired in the masses of the ‘20s and ‘30s in Germany and Austria, is true for the masses of today?
FRG: Elias Canetti’s Crowds and Power is a product of its time, but due to its condition of an outstanding analysis, it has a universal and everlasting dimension, where the particular coexists with the generality of the topic under scrutiny. The same thing can be said of Ortega y Gasset’s The Revolt of the Masses. Both works have helped us to understand that the power of the masses increases proportionally with the eclipse of individualities, the suppression of distances and the extension of levelling in a given society. In this sense, Canetti’s Crowds and Power provides an enlightened description of the relentless ambition of the masses for levelling through a process of absorption of people that end up nullifying them as autonomous beings. Summarizing, the advance of the masses leads to the integration to the whole, at the cost of the integrity of each individual. The proposition ‘to put oneself in the place of another’ owes a lot to the ‘levelling with the other’ that Canetti identified.

JPO: Does an individual lose his identity as a physical person when he joins the mass?
FRG:From the very moment that an individual is ‘swallowed’ by the masses, he loses his own identity as a physical person and as a moral person. Physically, the individual is no longer a complete and autonomous being but only a part of a whole, an additional piece in a set, a mere strand of ‘the social fabric’. And note this: within the group, or inside the mass, the individual doesn’t act, he simply let himself to be carried away, he drifts in the current; he does not decide, he obeys ; he does not speak, he shouts. To illustrate the group’s homogeneity, whenever the group wishes to manifest itself, they usually speak ‘with one voice’. Here is the collectivist ideal. Finally, let us remember that Octavio Paz used to refer to the State as ‘El ogro (monster) filantrópico’. They are many, the voices that put the notions of ‘philanthropy’ and ‘empathy’ on the same plane.

JPO: At the end of your book you show funny situations in relation to ´put oneself in the place of another’ in television comedies and in Hollywood movies, whose characters are always persons we would consider reasonable and intelligent. What is the purpose of this Appendix in your essay?
FRG: The essay has a final Appendix, which I entitled ‘Empathy Taken as a Joke’. Its purpose is to show how the proposition ‘to put oneself in the place of another’ ended up as a common place —a ‘joker’! — that keeps reappearing not only in certain professional and academic spheres but also in the media and in everyday talk. Cinema and television (including comedies and animated cartoons) did not stay at the margin of such influence, for they often reveal it bot explicitly and implicitly. Comedy, in particular, is the perfect genre to take everyday situations to their limit, as well as to their absurdity. Perhaps some readers will find such Appendix more clarifying than the preceding analytical chapters, to understand the great folly that empathy signifies. Satire and irony, for their habitualness, can be more persuasive and efficient than bold discourses and rigorous explanations.

JPO: How can people’s understanding be improved by the use of reason?
FRG: In relationships, and in the understanding of other people, sentiment is not only necessary but also indispensable. We are not machines, but rational beings who have a heart. However, the path to understanding is not sentiment, but reason. We love, appreciate or hate others not because of any rational reflexion, but because of emotional experiences, which condense as either affection or disaffection. Thus, everything has its place and everyone has their space. I distrust theories prone to intellectual mixtures and practical cocktails; in other words, anyone who puts the concepts of reason and sentiment at the same level, to the point of equalizing them, exchanging one notion for another as it suits their interest.

JPO: I would like to thank you for giving this interview to PortVitoria. Thank you and good luck with your new book!
FRG: Thank you very much for your kindness.
___________________________________________________________________________
Note
Fernando Genovés new book La ilusión de la empatía is available from Amazon, via the following links: